martes, 29 de abril de 2014

Celebrando la fiesta del libro en San Javier y Torre Pacheco



Celebrando la fiesta del libro en San Javier y Torre Pacheco: curiosidad infantil, encuentros y proyectos

Volver a Murcia, para mí, se ha convertido ya, por la vía de los hechos, en auténtica garantía de felicidad. No puede ser de otra forma: el cariño con que soy acogido y la explosión de la literatura, en palabras que no son otra cosa que fuegos artificiales que perviven y ascienden al país de la magia, lo hacen real.
Soy recibido cual honorable preboste por los artífices de ello, simpares adalides del compromiso y la entrega: Rosa Sánchez, Emilio tomás garcía, Nuria del Monte, Diego Cruz, Ada Labajos, Rafa Mellado y Paco Rabadán. Auténticos paladines de la amistad y el buen hacer.
Los chavales de 5º y 6º de primaria del colegio Nuestra Señora del Rosario acuden a la biblioteca municipal con espectación. “¿Qué nos contará ese señor tan calvo?” _deben de preguntarse_. Me acompaña Paco Rabadán, que dinamizará el acto. Me presentan, como si de maestros del periodismo de pro se tratase, los alumnos del curso de periodismo que organiza Emilio a través de Prensa Comunicación. Proyectamos, a modo introductorio, el vídeo Los colores de las flores e introducimos cuestiones acerca de los beneficios de “esa barandilla en la que apoyarse para contemplar el mundo” que es la lectura y explico en qué consisten esos puntitos de luz que constituyen el sistema braille. Por fin, toca jugar y practicar. Les entregamos un alfabeto y unas hojas con unas frases, inicios de 15 cuentos clásicos que han poblado, y continúan poblando, la verdadera patria del ser humano: la infancia. La mañana transcurre rápida y entrañable.
Toca avituallarse y descansar un ratito antes de asistir al primer acto, por mi parte, de la gran fiesta del libro que ha organizado el Centro Comercial Eroski Dos Mares.
Este primer acto no es otro que una nueva puesta de largo, con lentejuelas y sensuales sedas de la poesía en mayúsculas: “Elementos en espiral”. Rosa lo borda, como siempre. Una pareja de actores son el complemento perfecto del amor en los cuatro elementos vitales: tierra-cuerpo, aire-pensamiento, agua-fluidos y fuego-pasión. Cenamos jugando a las edades y la imaginación. Cómo no poner mi granito de arena, siendo aire y leyendo en braille aquello de…
“Que se me seque la boca
si me olvido de ti.
Si a cada paso que diera
no me acechara el recuerdo
de mil miradas furtivas
y tantas cositas tuyas
que consiguieron sacarme
del más oscuro abismo.
Grande como el viento
que golpea las ventanas.
Poderoso huracán
que sacude los cimientos
de mi deshabitada existencia.
Que se me seque la boca
si cada día no dedico
con cada latido del alma
honrar, a cada paso,
tu amoroso recuerdo.”

Corresponde aludir al segundo acto de la fiesta: una nueva presentación de Huellas de luz”. Alaine, la esperanza, el humor, la ilusión y los sueños están presentes. Otra vez, Teodoro y Dori, los actores de la víspera, nos deleitan y hacen grandes algunos de mis pequeños textos.
Una comida majestuosa y el posterior té Enamorado en un pub que promete futuros encuentros literarios de goces “parnasianos” darán paso al fin de fiesta.
Entrega de premios del primer concurso de microrrelatos a alumn@de primaria y presentación de “Los caprichos de Dios”, soberbia recreación de la Alcantarilla del siglo XVIII a cargo de el bueno de Paco Rabadán. El teatro también tendrá su presencia en él, haciendo que el cardenal Belluga y uno de los monjes protagonistas aparezcan desde las sombras del pasado.
La cena dará pie a la risa, los chascarrillos viajeros de cegatos y cegatones y la olla de mi imaginación, no sé si calenturienta o no, se pone en ebullición pergeñando disparatadas intrigas.
Aún habrá quedado tiempo para más, para que Elena recorra esos lugares que yo descubrí en enero y constate que lo que entonces escribí era verdad radiante de molinero de pro y huertano singular. Fiestas también entonces, fiesta de la puesta en marcha del Molino del Pasico, con sus velas desplegadas y el canto de don Antonio Pagán; y fiesta del Museo de la Huerta, con música y atuendos propios del lugar.
Cuesta tanto despedirse… cuesta tanto marchar hacia adelante… Subimos al tren con tiempo para enjugar la lagrimilla traviesa y el mohín torcido, enderezándolo con una caricia en la mejilla y atrevidos abrazos de lujo.
Mientras el tren avanza dirección Madrid por las llanuras manchegas, mis ojos se pueblan de imágenes hechas con el obturador abierto al máximo, capturándolas y almacenándolas en la tarjeta digital de mi memoria.
“Me da mucha pena que usted no vea, pero sonríe tan bien que me ha emocionado” (una niñita viene a darme dos besos en Torrepacheco).
La camarera de Casa Pedro en cuanto me ve entrar, me dice: “otra vez le tenemos por aquí, cariño.” “No se acordará de mí.” “Te sentaste en aquella mesa.” (Qué pasada).
Una tortilla de patata riquísima, queso del bueno, jamoncito y lomo del mejor. (suntuosa cena junto al mar).
El ciego de aquel tal Lázaro de Tormes habla por mi boca apelando a la merced de los presentes dando categoría a un nuevo ciudadano de Tormes: Emilio, el señor de las letras.
Los tres ganadores del concurso de microrrelatos, los tres del colegio Virgen de Loreto de San Javier leen sus trabajos. Al del tercer premio le entrego su diploma y lote de libros y material escolar. Le animo a que no deje de soñar y escribir. La ganadora nos estremece narrando, a sus 10 años, cómo ella desde el vientre materno, salvó a su progenitora un funesto 11 de marzo
Alguna guapa murciana roza con su falda de huertana mis piernas (¿quién será? ¿Cómo será?)
Me ponen un gusano de seda en la mano. Me ponen el capullo y la hebra de seda. (¿en qué prenda acabará integrándose? ¿Qué piel envolverá?)
En una pulsera hay grabada una serie de números. ¿Será algún código secreto? Son los que indican las posiciones de las lentes en la cámara de fotos de un grande de la fotografía, Rafa J. Mellado.
Paco expresa, como nadie la definición de la solidaridad: “no hay nadie, por pobre que sea, que no pueda hacer algo por ayudar a los demás.” Yo no sé si soy pobre o no, pero lo que sí sé es que volvía enriquecido con el tesoro de las emociones, la complicidad y proyectos que comienzan con una bola de nieve lanzada al espacio del teclado de este ordenador y que, ojalá acaben siendo no un muñeco que termine por derretirse, si no todo un  brillante cuadro de figuras con nombre de afecto, sonrisa y confidencias.

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martes, 22 de abril de 2014

¿Puede matar un libro?



¿Puede matar un libro? ¿De aburrimiento? ¿De pasión? ¿De pena?
El pobre Dani exala su último suspiro. ¡No puede más! Menudo rollo de libro. Se lo recomendaron vivamente pero a él le ha resultado insufrible. No da más de sí. O acaba con él o el libro se adelantará sin más remedio. Le importa un cuerno que esté muy bien escrito o que sea una obra maestra. Dani se aburre. Pasar de línea es una labor ímproba que a lo único que le lleva es al sopor. Y es que mira que lo tiene claro, si le sacan de los cómics y las novelas de piratas, lo demás le mata de aburrimiento.
-Dani, ¿te ha gustado el libro que te recomendé?
“¿Qué le digo? Si le miento, se me notará y corro el riesgo de que vuelva a endilgarme otro ladrillo. Si le confieso la verdad, igual se lo toma a mal y eso no me lo puedo permitir. ¡Es mi jefa! Qué lío. Mejor me haré el muerto. Diré que me ha salido una alergia repentina y que perdí el sentido.”

Rosalinda se siente morir. ¡El héroe de la historia es tan guapo! ¡Y tan valiente! No quiere que el libro acabe nunca. Le gustaría hacer magia y que las páginas, al tiempo que van pasando, fueran reproduciéndose en un círculo infinito. ¿Un libro sin fin? ¿Tan solo ese libro? ¿Y las millones de obras que le restarían por leer?
NO, a ella no le importa nada de eso. Únicamente quiere que el Caballero de la Tinta Cursiva, de la estirpe de los Negritas, siga por siempre junto a sus ojos.
-Oooh, no. Ya terminó. El héroe partió. Me muero. El corazón me estalla en el pecho.
El tintero se derrama, la tinta lo emborrona todo. Emborrona el pecho de la linda rosalinda.

Paquita se muere de pena. ¡Es tan triste el romance imposible de la rana y la hortiga! Se siente morir de pena. ¿Morir por un libro que narra un romance imposible?
Pero si sólo son fabulaciones de loco escritor. Nada tienen que ver con la hermosa y real realidad.
Paquita expira sabiéndose rana. ¿Y la hortiga? ¿Quién será la hortiga?
El libro se disuelve como si fuera un agrio terrón que se diluyera entre los trazos del lápiz de carbón.

¿Puede matar un libro? ¿Veneno? ¿Arma? ¿Cuchilla?
Los monjes del monasterio andan revueltos. Otro de los hermanos copistas ha aparecido muerto junto al Códice Daemoniorum. ¿Qué pueden hacer? Quemarlo no les está permitido. Es resistente al fuego, más aún, dicen que surgió de él.
¿Resignarse a quedarse sin copistas? ¿Encerrarlo bajo siete llaves y aprenderlo de memoria para que nadie olvide su poder maléfico?
Sí, eso harán. Quién sabe, tal vez, pasados los siglos, alguien encuentre el antídoto.

La ciudad de Vulgaris está siendo asediada por las tropas invasoras. Arrojan sin parar, desde extrañas catapultas con forma de atril, gruesos libros que caen sobre sus defensas hechas de grosera tosquedad. ¡Con lo a gusto que siempre se han sentido los vulgarensianos y ahora vienen a conquistarles. ¡Allá se vayan con sus proyectiles librescos y sus dardos literarios!

-Ya sé cómo podemos matar al rey.
-¿Matar al rey? Pero si es inmortal y se encuentra protegido noche y día.
-Le enviaremos este libro. Sus hojas son cortantes como la más fina cuchilla. Al pasarlas se cortará y la hemofilia que padece hará el resto.
  -Señoría, ¡es genial! Matar al rey de los sabios con el libro de la sabiduría.
-Lo haremos así y daremos paso a un tiempo nuevo. El libro se constituye en ciego verdugo para ejecutar la sentencia.

¿Pueden morir los libros? Mientras haya lectores dispuestos a morir con su lectura o a través de ella, los libros permanecerán por siempre jamás vivos.

¿Qué ensoñación delirante es ésta? ¿Libros que matan? ¡Jamás! Los libros nunca han matado. Son fuente, manantial de vida e historias sin fin. ¿Será acaso que como a cierto Caballero Andante el mucho leer y el poco dormir robóme el seso?
¡¡FELIZ DÍA DEL LIBRO. FELICES LECTURAS
Y recordad…
“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.”

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lunes, 14 de abril de 2014

Mi experiencia con Audesc Mobile: todo un ejemplo de accesibilidad real



Desde que padezco discapacidad visual, y más aún, ceguera, siempre he perseguido el anhelo, antes utópico, ahora cada vez más real,  de poder, gracias a los avances en accesibilidad, participar de manera plena y normalizada en las actividades de la vida cotidiana,  social y cultural.
Desde que en 1987 sufriera la pérdida de visión que derivó en ceguera se han ido dando pasos en ese camino, a veces más despacio de lo que uno quisiera, pero está claro que hemos avanzado. Hoy día la tecnología lo permite y si a ello, unimos la voluntad, el éxito es casi seguro..
Pues bien, este pasado domingo, para mí, se convierte en una efeméride que pasará a mi historia personal. Por primera vez he podido asistir a la proyección de una película en una sala de cine convencional, en igualdad de condiciones que las personas que ven, al mismo tiempo y sin necesidad de esperas o aparatos suplementarios. Simplemente, gracias a una aplicación instalada, de manera gratuita, en mi teléfono móvil, Audesc Mobile. Esto es muy emocionante, aunque parezca una tontería o algo obvio, pero el haberlo hecho así, es una pasada. Es lo que uno siempre busca: participar como uno más. En este caso, ir al cine, disfrutar, si es bien acompañado mejor, y luego tomarte algo comentando si te ha gustado o no, lo que has visto.
Estaba claro que por lo dicho y mi carácter, no podía dejar pasar la oportunidad de experimentar su funcionamiento en cuanto se ha puesto en marcha.
Así que, a partir del estreno de “Inevitable”, el viernes, para allá que me fui. La sala era la Verdi en el madrileño barrio de Chamberí. Te cuento.
Una vez que me decido, busco en Internet la sala donde se proyecta, el horario y su ubicación.
El domingo por la tarde, allá que me voy con tiempo. Porque ni idea cómo llegar y uno no sabe si tendrá suerte y se encontrará con gente maja que te ayude. Para no variar, una de las inexorables leyes de Murphy se cumplen al salir del Metro, en vez de salir a la acera del cine, lo hago por la contraria. Se trata de la Cl. Bravo Murillo. En fin, pregunta que pregunta, llego con tiempo suficiente.
La taquillera ofrece:
-¿Qué fila quiere?
Le respondo, amablemente, que da igual aunque lo que piense… jejejej. Eso ya…
Comienza la peli y descubro que la sincronización de la aplicación con la cinta no es acorde, de tal manera que la audiodescripción va por delante del guión. ¿Qué hacer? Pararla y resincronizarla. Así sí, ya va bien. Genial.
La voz en off de la chica va describiendo lo que aparece en pantalla cuando no hay diálogo. Y, menos mal que lo hace, porque si no, me habría perdido escenas importantes para la comprensión, tanto al principio, como al final.
Me encanta, lo mismo que la trama, una historia de amor con la eterna pregunta: ¿es inevitable el Amor? ¿Lo es aun a pesar de la infidelidad, del tiempo o de la edad?
Hasta el domingo, cierto es que he ido al cine, pero siempre tenía que quedarme con lo que pudiera escuchar o imaginar. Ahora, la comprensión es mayor y, no pierde, por eso, su papel la imaginación.
Espero que sigan estrenándose pelis con este sistema. Así disfrutaré del Séptimo Arte verdaderamente. Felicito a la Fundación Vodafone y a la ONCE por haberlo hecho posible y me brindo a seguir usando esta opción, lo mismo que, siempre que me resulte posible, todo cuanto vaya en pro de la mejora de la accesibilidad y la inclusión normalizada.
Un gran avance. La audiodescripción viene de serie en la película. No es necesario que la sala tenga que hacer nada y se proyecte donde se proyecte, podré disfrutar de ella. Genial.


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domingo, 13 de abril de 2014

La bota de clavos



Buena noche de domingo de Ramos.
Después de haber disfrutado de una experiencia inolvidable, que mañana contaré, comparto mi nuevo cuento.
Ah, los regalos bienintencionados…
Un abrazo vacacional y torrijero.

La bota de clavos

-¿La vais a tirar? Pero si se encuentra en buen estado aún.
-¿En buen estado aún? Pero si es más vieja que vieja. Tiene el cuero cuarteado y fíjate en la suela. Es verdad que tiene los clavos oxidados. Tirémosla y ya está.
-No hagáis eso. Yo sé de una persona a la que le vendría bien y no le hará ascos.
-¿No te referirás al mendigo Jean Claud? Pobre, desde que le tuvieron que amputar el pie izquierdo por la infección…
-Bueno, al menos, nunca se levantará con el pie izquierdo, jajajaja.
-Pero qué burro eres, Michel.
-Anda, anda, Marie. No seas tan formalita. Era una simple guasa.
-Si fueras tú el amputado no te reirías tanto.
-Ale, chicos. Dejaos de disputas innecesarias. Vosotros quedaos con lo que queráis del abuelo, que yo me guardo sus papelotes y la bota para el bueno de Jean Claud. Que bien le vendrá para protegerse de fríos venideros.
-Mon ami, te traigo un regalo.
-¿Una botella de Armagnac del 68? Ya ya, es demasiado para este pobre vagabundo miserable. No sé cómo le refunfuño si siempre se acuerda de este dejado de la mano de los dioses. Qué malos están los tiempos.
-Mi padre la tenía guardada. Debió ser importante para él. Me he acordado de ti. Los chicos querían tirarla a la basura. No se lo permití. Espero sea de tu talla y te resulte cómoda.
-Ah, qué buena bota. Y con sus clavos y con su guata por dentro. Qué calentita debe ser. ¿Fue suya?
-Ni idea. La tenía bien protegida y en lugar seco. ¿Te la pruebas?
-No, la reservo para cuando haga frío de verdad, que aún me sirve el zapato.
-Bueno, pues disfrútala y toma estas monedas para comprar algún bocadillo. No te lo gastes en vino, ¿eh? Bonsoir, cher ami.
-Adieu, au revoir.
Y llegará noviembre, con su escarcha y su ventisca. Estrasburgo se poblará de guantes, gorros y abrigos de pieles. Y el bueno de Jean Claud se verá obligado a dejar su lugar del parque, donde duerme, para guarecerse en algún cajero o en la boca del Metro y entonces sí, entonces hará uso del regalo que a primeros de septiembre le trajera su, más o menos, amigo, Luc. LO hará y cuando lo haga…
 Se adapta bien al empeine y aunque algo grande, no me va nada mal. ¡Dioses, qué me sucede!
Muertos por doquier, miembros desgarrados, gritos, sangre, cuerpos de jóvenes soldados reventados. ¡Es una batalla terrible!
¡Qué diablos! Prefiero que me salgan sabañones a contemplar tanta carnicería de locos. Si no me la quito ya, el que terminará por enloquecer, seré yo. Y eso sí que no. Mendigar, vagabundear, deambular, vale; pero enloquecer, ¡ni hablar!
-Cher ami, ¿va bien? ¿Cómo te va? ¿Te pusiste….?
-No me hable, monsieur Luc. Fue calzarla y… los demonios de la guerra salieron a mi encuentro con toda su crudeza.
-Oh. La guerra del 14. Mi padre participó en ella. En sus diarios y cartas cita sobre todo la batalla de Mulhouse, no lejos de aquí. Cita a un amigo suyo muy querido, un tal Albert. Habla mucho de él, de cómo se jugó la vida por él para al final ver cómo moría entre sus brazos, de la novia que tenía y a la que no se atrevió a visitar y muchas más cosas.
-No sería…
-¿La bota del pobre Albert? Uuummmm.
-Por si sí o por si no, tómela, se la devuelvo, que nada quiero con ella. Da igual que se lo tome a mal. Si se atreve, póngasela usted.
-¿Yo? No sé.
-Yo, si fuera usted no lo haría, pero… al fin y al cabo, la tenía el padre de su señoría.
-Probemos… ¡Nooooo! ¡Alejaos de mí! ¡Papá, cuidado con la metralla!
Luc se lleva las manos a los ojos, pero sigue viendo a la muerte trabajando a destajo en medio de la lluvia y el barrizal.
Al fin, tendrá que ser Jean Claud quien le restituya, de un solo tirón, todas las limosnas que le había dado Luc.
-Al fin, los chicos tenían razón. Nada bueno trae esto. Mejor será deshacerse de ella para siempre. Se disponen a hacerla pedazos.
Y conforme lo vayan haciendo, algo más sucederá.
Las visiones se irán difuminando, los cadáveres se repondrán descansando para siempre en la fosa común del olvido.
¿Y la bota? ¿Y sus clavos? ¿Y su cuero cuarteado?
Todo ello se descompondrá como la carne pútrida desapareciendo para siempre jamás.








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Seamos realistas , pidamos lo imposible



Paz y bien. Feliz domingo de ramos y palmas, de fervores y vacaciones.
Acabo de subir una foto, uno de los cuadros de mi casa. Espero que no esté demasiado mal encuadrada o enfocada.
Qué extravagante el Albertito, diréis.
Pues sí, me gusta sentir que estoy rodeado de bonitas imágenes, lo mismo que de libros. Ni veo a aquéllas ni a éstos, pero me gusta sentir que están a mi lado.
Claro que, haciendo uso de esa proverbial ironía que tanto sorprende a Su Torres, diré que también me gusta mirarme al espejo y… oh, sorpresa, no me veo reflejado. ¿Será que soy un fantasma? Uyuyuy, jajajajaja.
Qué historias de cegato chalado. Mientras quien más quien menos se prepara para vivir la Semana Santa, bien desde el ocio o la religiosidad, el Albertito se dedica a jugar con las paradojas.
¿Las paradojas? ¿Jugar?
No os creáis, la cosa tiene más sentido de lo que parece.
Sentir la belleza, tenerla cerca, más allá de que ni los cuadros sean auténticos, son láminas creo que bastante bien logradas, ni los libros son incunables o códices miniados. Pero unos y otros simbolizan mucho: recuerdos de cuando veía las fotos en la enciclopedia de Historia del Arte con la que estudié y obras de queridas personas que han publicado sus libros y me los han dedicado. Cuadros de paisajes luminosos y lugares que me hacen soñar, Marinas de Sorolla, meninas, Venecia, París, flores; libros comprados en librerías, siempre lugares en los que se siente la magia de todo lo que en ellas se encierra.
¿Y lo del espejo? Sí, sí, me miro al espejo cada día. No, no, jajaja, no al convencional si no al espejo en forma de persona. Al espejo de personas que hacen cada día milagros en forma de generosidad y testimonio, sí, quién os lo iba a decir a vosotr@s que alguien os llamaría espejo. Diréis: “ah, entonces, en tu casa no habrá espejos, como no ves para mirarte en ellos…” Pues sí, los hay, claro que sí. ¿Por qué no? Lo mismo que hay cuadros. ¿Extravagancias? ¿Ilusiones de iluso? ¿Paradojas? No, anhelo de normalidad.
Y aunque yo rehuya de los movimientos revolucionarios, dejadme que comparta una frase paradójica, cargada de intención: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Eso pido yo, o más bien, persigo, pedir el imposible de continuar afrontando retos y siendo realista, al tener la certeza de que haré lo imposible por vencerlos. Y si no lo logro, siempre podré decir, jejejeje: ¿”cuando una batalla está perdida, sólo los que se van, pueden combatir en otra”.
Un cálido abrazo de luz primaveral.

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