lunes, 30 de septiembre de 2013
Arévalo: historia y espiritualidad. El viaje ideal
Ante la noticia de que la exposición, Las edades del hombre,
que recoge obras de la imaginería castellano-leonesa, por vez primera se hacía
accesible para ciegos, no dudé en que era la ocasión perfecta para emprender un
nuevo viaje, otra aventura.
Así que, a la vuelta de las vacaciones, me puse en marcha
para planificarlo. El primer paso, como siempre, fue enviar un correo a la
Oficina de Turismo de la localidad avulense en el que planteaba mis necesidades
y les preguntaba por cómo llegar, algún alojamiento, visitas guiadas y el
contacto con los responsables de la exposición.
Del folleto en formato electrónico que me remitieron,
adjuntaban también un plano en pdf (que a nosotros no nos servía de nada), pude
elegir de manera aleatoria el hotel y busqué la guía, teniendo en cuenta que la
propia Oficina no organizaba visitas de grupos. Me indicaban también la opción
de visitar, de manera gratuita, el castillo.
Me puse manos a la obra con las llamadas correspondientes y
de éstas resultó:
Nos alojaríamos en el hotel Fray Juan Gil. Una noche, una
habitación triple en la que, como en tantas otras ocasiones, podría ejercer de
jeque (jajajjaajaj) y compartir sueño con mis cómplices viajeras, Nuria y
Elena. No hay pegas porque como ninguno de los 3 ve y nuestra confianza mutua
es total (confianza ciega, jajajaj), aprovechamos para ahorrarnos un dinerito y
estar juntos.
Tenía también la ventaja de que se ubicaba, según me
dijeron, enfrente de donde nos dejaría el autobús en el que nos desplazaríamos,
hora y media de viaje.
Pongo el teléfono, pues se portaron muy bien y aunque el
establecimiento no esté en pleno centro (tampoco es que esté lejos), es
económico y acogedor. 920 300 800.
Llamé al castillo para concertar la visita. Me comentaron
que reservándola, podríamos subir a la torre. De lo contrario, no garantizaban
tal posibilidad. El teléfono es 920 300 005.
Reservé también la visita guiada por el pueblo con una de
las guías y quedé en lista de espera para las Edades del Hombre. La
accesibilidad a la exposición me comentaron que consistía en información en
braille, audioguías y posibilidad de tocar algunas piezas. De todas formas,
preferí (aunque fuera más cara) recorrerla de forma guiada. El teléfono es 920
300 646.
Pues bien, con todas estas gestiones, esperamos con
ilusión la llegada de este fin de semana para ponernos en ruta, sin que nos
importaran los pronósticos de lluvia.
Como llegamos pronto, no nos dieron la habitación hasta
después de una hora. Nos guardaron las mochilas y nos fuimos en busca de una cafetería.
Nos dijeron que había una detrás del hotel. Palo a palo, para allí que nos
fuimos. Creyendo que habíamos llegado, entramos en una administración de
lotería. En fin, que aunque no le compramos la correspondiente participación,
la lotera nos llevó hasta la puerta del bar.
Una vez instalados, encaminamos nuestros pasos en dirección
al castillo. Preguntando ,preguntando dimos con una voluntaria, una de las
muchas que el ayuntamiento ha dispuesto para ayudar a los visitantes, servicio
que nos vino, no sólo entonces, sino en otros momentos, de maravilla para
movernos por el pueblo de forma relajada.
Tuvimos que esperar a que amainara la lluvia, tanta caía que
hasta a un muerto cuyo funeral se estaba celebrando, según nos comentaron le
pasó lo mismo, aunque parece que él tenía menos prisa que nosotros por ello.
Llegamos al castillo con tiempo suficiente. Las dos
voluntarias que nos acompañaron mandaron el relevo e hicimos la visita con
otras nuevas, siguiendo las explicaciones de la guía que describió el origen y
restos, su historia y vicissitudes. Fuimos siguiéndola, ayudados de las nuevas
voluntarias que nos fueron ayudando. Al final del recorrido por las tres
plantas de la torre (con un curioso museo del cereal en la 2ª y unas estupendas
vistas panorámicas en la última), nos hicieron tocar unas originales esculturas
hechas a base de material reciclado (una flor, un grifo, etc.). Nos acompañaron
hasta el restaurante donde comeríamos el Menú de las Edades, a base de
cochinillo con ensalada, tinto de verano, postre y café.
La visita de la tarde se vio deslucida por la lluvia, pero
tuvimos ocasión de conocer algún monumento como la escultura en honor del
cochinillo o la de la reina Isabel niña y conocer el Palacio de los Sesmos
(donde se ratificara el Tratado de Tordesillas) o el Arco del Alcocer.
Entramos en la Oficina de Turismo donde fuimos obsequiados
con un DVD, audiovisual de la ciudad y quedamos para el día siguiente en que
otro voluntario nos iría a recoger al hotel y nos llevaría hasta la taquilla de
la exposición Un lujo, sí señor, di que sí.
Tuvimos también ocasión de colocarnos para aparentar ser
Reyes, haciéndonos la foto, en unos trajes confeccionados, de forma primorosa,
por miembros de la Asociación de Discapacitados de Arévalo, toda una obra de
arte y una bonita iniciativa para recaudar fondos. Acabamos tomándonos un café
en una encantadora posada real, de lo más agradable.
El domingo, ya sin lluvia, disfrutamos de, lo que para mí,
ha sido una de las mejores explicaciones guiadas que he disfrutado a lo largo
de mi vida de viajero. Montse, la coordinadora de la exposición nos hizo de
guía, poniendo su profesionalidad, buen hacer y cariño en su labor
emocionándonos con sus explicaciones.
Nos describió de manera magistral el audiovisual que se
proyecta, a modo de preámbulo, en la iglesia de Santa María, lo mismo que el
resto de objetos de la exposición,alojados en las iglesias de san Martín y el
Salvador, cuyo hilo conductor es el Credo: pinturas, esculturas, tablas de
retablos y libros sagrados. De todo lo que nos mostró me quedo con la
inolvidable sensación de haber podido tocar un Cristo yacente de Gregorio
Fernández (de la catedral de Segovia) o un mural todo él en relieve que recorre
la vida de los tres mártires de Avila. Tocamos también las esculturas de Adán y
Eva o de san Juan Bautista. En fin, que nos emocionó haciendo que, por fin,
pudiéramos sentir que estábamos viendo la espiritualidad de la fe y dejar
palpable ese mensaje que pretende transmitir la exposición en torno a la fe y
la magnificencia del Creador más allá de las obras o símbolos que la hacen
tangible.
Con el espíritu pleno de emociones, no pudimos por menos que
celebrar todo lo sentido con un vermut y poner el broche de oro al viaje con
otra comida soberbia en Casa Felipe, en una terraza cubierta muy agradable, por
cierto que nos trajeron la carta en braille, todo un detalle, muy poco habitual
cuando uno va por ahí.
El viaje de regreso transcurrió sin incidentes ni atascos y
llegamos con bien, esperando ya a preparar el siguiente.
De momento, de éste, nos quedamos con la ayuda que se nos
dio en todo momento, destacando a las voluntarias (y el voluntario) que nos
cedieron su tiempo y brazo, haciendo que nos sintiéramos muy cómodos y
acogidos, y con la gratitud para con Montse por su maravillosa
explicación. Se demuestra, otra vez más, que cuando se pone el corazón en lo
que uno hace, el éxito está garantizado.
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Etiquetas: De viajes
domingo, 29 de septiembre de 2013
Aquella tarde de verano
Buenas noches:
Feliz semana y que estéis bien.
Cuidado donde se os ocurre daros un chapuzón.
Un abrazo.
Aquella tarde de verano
Qué felices se las prometen Nico, Alba, Luisito y Bea esa
tarde de finales de verano en el pueblo de sus abuelos.
Sus padres andan ya pensando en la vuelta al cole y a la
ciudad, pero ellos se resisten a abandonar sus fechorías y libertad, sus juegos
de la comba, las canicas o el escondite; sus paseos con la bici por los
caminos; las aventuras entre los chopos de la carretera, las alpacas de paja,
los corrales abandonados, el río.
Andrés, otro de los chiquillos, el más mayor de la pandilla,
les ha tentado con una atracción prohibida: irán a bañarse a la Charca de los
Juncos. Este, siempre ha sido un paraje vedado a los pequeños, pues la maleza
que lo rodea, el barro y la gelidez de sus aguas, lo han hecho inadecuado a sus
frágiles cuerpecitos. Por otra parte, a la hora del ocaso, es frecuentado por
los jabalíes y demás alimañas del monte para beber y rascarse el basto pelaje,
poblado de garrapatas y chinches.
No han dicho nada a sus padres. Están
inquietos, ilusionados ante esta nueva travesura, rayana con las hazañas de
esos otros caballeros andantes que, les cuentan a la hora de acostarse. Se
creen grandes, invencibles.
Les aceptarán a sus madres la merienda y dirán que van a
nadar al pueblo de al lado, que tiene una balsa muy tranquila, ¡pero tan
aburrida!
Ya están. Aparcan las bicis en un ribazo cercano, el Plantío
le dicen, se quitan las camisetas y corriendo,corriendo allá que se van.
Llevan un ratito chapoteando, haciéndose aguadillas,
gritando jubilosos. Todo parece tranquilo. El ambiente no puede ser más idílico.
El aire está quieto, chicharras y grillos componen sus sinfonías, alguna
mariposa de colores, moscas y codornices. Lo típico de aquella hora.
¿Cómo, entonces, podrían haber intuido lo que se avecinaba?
¡Con lo felices que se encontraban mordiendo el fruto de lo prohibido.
De repente, las aguas gélidas, a las que ya se habían acostumbrado,
se agitaron. Al principio no se dieron cuenta, pero pronto sucedió la tragedia.
Algo horrible rugió debajo de sus pies. Unos dientes como
puñales se clavaron, primero en sus piececitos y luego…
Unos padres a otros se preguntan:
-¿Han venido ya los chicos?
-No, estarán aprovechando hasta última hora. Saben que les
queda poco para dejar el pueblo y separarse. Dejadles que se diviertan.
-Ya, pero es que a la mía le dije que viniese a cenar pronto
porque tenemos que recoger. Mañana marchamos. ¡Cuando la pille se va a enterar
El tiempo transcurre lento. Los chavales no terminan de
llegar. Alguien sugiere llamar a la Susana, amiga suya que también le dijo que
iba a refrescarse en la Balsa. Tampoco pierde nada haciéndolo y ella les dirá
si los vio o no.
La incertidumbre, la ansiedad, el pánico _incluso_ va
adueñándose de los progenitores. Susana no les vio, nadie les ha visto. Se ha
hecho de noche, han dado una vuelta por los lugares de juegos habituales y
tampoco les encuentran.
La inquietud empieza a agarrarse a los estómagos.
Con linternas y faroles se distribuyen en círculos
concéntricos, como ondas de un estanque al que hubieran arrojado la piedra de
la esperanza, ondas cada vez más extensas y alejadas, ondas cada vez menos
claras.
-¡No se les habrá ocurrido…!
-Nada tenemos que perder con ir a ver si están.
-Mirad, aquí están las bicis y las camisetas y zapatillas.
-¡Dios mío! _la mamá de Alba ha puesto voz al temor de los
demás_. Más aún, cuando enfocan las fantasmales luces hacia la Charca.
Un pie desmbembrado, una manita arrancada, un jirón de piel
cual blanca bandera de paz, enganchado en un junco. Y… ¡sangre, mucha sangre!
Roja, muy roja teñida del marrón lodoso del fondo.
-El monstruo del Juncar! ¡Ha sido el Monstruo del Juncar!
¿Por qué no les contaríamos la historia? Tanto querer protegerles y de nada
sirvió.
Al día siguiente, cuando drenen el lecho, poco podrán hacer
más allá de construir 5 ataúdes blancos, casi vacíos,.
Pasarán los años y siempre se recordará la tragedia de la
Charca de los Juncos. Cómo no hacerlo si desde aquella maldita tarde de verano,
pocos días después, los juncos de siempre se vieron tapizados de amapolas.
¿Sería acaso la sangre de los niños que no pudo tragarse la bestia?
Nadie se atrevió nunca a coger esas flores. Eran
consideradas sagradas. Un enamorado que lo hizo para demostrarle a su chica lo
que la quería, al ir a cortarlas para componer un ramillete sobre espliego, dicen
que sintió un escalofrío al que ignoró y vio cómo al entregarlo a su
pretendida, ésta, desde entonces, se sumió en profunda melancolía, tanta que ya
no fue la muchacha soñadora a la que él adoraba.
Hoy esa charca está seca. Del monstruo jamás se
tuvo noticia. Tal vez huyó a otra poza o ciénaga y esté aguardando a que
inocentes pequeñuelos se metan en ellas para saciar su apetito de carne tierna.
El único recuerdo que queda de aquélla es lo que se cuenta
sobre unos curiosos ruiditos en las noches de verano, semejando el castañetear
de dientes de leche, aunque,claro, a lo mejor tan solo son la onomatopeya de
las perdices al cortejar a sus hembras.
Publicado por Alberto en 9:49 p. m. 4 Dejaron su huella
Etiquetas: Relatos
jueves, 26 de septiembre de 2013
Felicidad
Buenas noches:
Otro jueves más comparto mi esbozo de poema. Que os haga
soñar.
Con cariño.
Felicidad
Ver, cómo al ocaso, la pasión se acuesta sobre el mar;
Púrpura y turquesa, fundiéndose.
El día que nos dimos el primer beso de galleta y caramelo.
Cómo la luna, de plata, coquetea mirándose;
En el firmamento, estrellado, de tu mirar.
Mirar, a lo lejos, la luminosa inmensidad;
Universo, de sueños e intrépidas aventuras.
La tarde en que leí sobre tu piel de piedritas y terciopelo.
Y, de cerca, embriagarme de frutas maduras:
Deseo y ardor, para mí, acuciante necesidad.
Atisbar, furtivo curioso, la desnudez de tus curvas;
Mientras, sobre ellas, aplicas la esponja mojada.
El amanecer que compartimos almohada, anudando tu pelo y mi
pelo.
Sinuosos movimientos, de grácil, mariposa alada;
Dejas que te desee, enseñándome, y jugueteando con tus dulcísimas
uvas.
Contemplar la ropa, de algodón, raso y satén;
Que velará, lo que, todos, de ti, desean sin fin.
El instante que, suspirando, quisiste llevarme hasta la
tierra y el cielo.
Que te la quite, me sugerirás, por fin;
Hasta que nada, cuerpo contra cuerpo, me importe, siendo tu
rehén.
Mi felicidad es darnos besos de galleta y caramelo,
Leer
en el libro de tu piel de piedritas y terciopelo,
Anudar, sobre la almohada, mi pelo y tu pelo,
Caminar juntos, mano a mano, por la tierra y el cielo.
Estamos juntos, amada mía.
Nada más pido que vivamos así cada día.
Dcompartiendo, cómplices,
la pena y la alegría
Todo se torna, en mi cegada existencia, miel y ambrosía.
Publicado por Alberto en 9:37 p. m. 3 Dejaron su huella
Etiquetas: Aprendiz de poeta
martes, 24 de septiembre de 2013
¿A quién servir?
Buenas noches:
Continuando con nuevos caminos a emprender este curso,
inicio hoy estas reflexiones en torno a algún tema social o de actualidad como
forma de que me conozcáis un poquito más y de, por qué no, generar el
intercambio de opiniones que nos enriquezcan a todos siempre con el respeto y
libertad debidos.
Es algo así como esos artículos que mi estimada Rosa Sánchez
publica cada mes en el periódico de su pueblo, Horadada Información y que tan
interesantes resultan.
En definitiva, construir con las palabras, aportar.
Espero resulte de vuestro interés.
Vamos, entonces, con el primero, al lío.
¿A quién servir?
Sí, ya sabéis aquello que dijo Jesús de que no es posible
servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. Entiendo Dios por cualquier tipo de
religiosidad, entiendo Dinero por la materialidad.
Pero hay más aún.
¿Qué hacer con lo que ya no sirve? ¿Lo inservible? ¿Tirarlo?
¿Abandonarlo?
Tal vez,cuando las diferencias de clase resultaban casi insalvables,
se tenía más claro. Estaban los sirvientes, las chicas de servicio, los
siervos.
Ah, y estaba también aquello de hacer el servicio militar.
Y ahora se habla de servidores que gestionan y procesan
volúmenes ingentes de información, pero éstos son máquinas.
Acepciones todas éstas que me llevan a preguntarme acerca de
a quién servir. ¿Qué hacer con lo que no sirve?
Tiempos los de hoy en los que se promulga el usar y tirar,
el consumir frente al reparar. Que se prescinde de los ancianos, aparcándolos /
malcuidándolos porque ya no pueden servir en un mundo que prefiere los títulos
a la experiencia, el dinamismo y la inmediatez frente a los recuerdos pausados
o la nostalgia.
¿A quién servir?
A una espiritualidad exacerbada que nos aleje de la
realidad, buena o mala, de nuestro tiempo?
¿Al uso desmedido de lo material / tecnológico sin importar
lo que haya que hacer para poseerlo?
¿Servir de algo? ¿Ser útil a alguien?
Preguntas, preguntas que tratan de esclarecer la bruma del
término medio, del bandearse entre ellas.
Bueno, que no quiero que me tachéis de galleguista por
dejaros sin mi particular respuesta.
Servir a quien te pide ayuda, sin que ello te conduzca al
callejón sin salida de no poder seguir sirviendo.
Servir con tu modesta aportación a convertir los desechados
en personas útiles.
Qué bonita era aquella expresión que decía “su seguro
servidor”, seguro por otorgar confianza y garantía, servidor por dispuesto,
dispuesto a escuchar, dispuesto a ayudar. Me parece sintomático que se haya
desterrado por anticuada o ampulosa.
Cómo aborrezco a esas personas que utilizan el usar y tirar
con las personas que ya no les sirven, olvidándose de que ellos, también algún
día dejarán de servir.
Tengo vocación de servicio, sí, de ayudar. Qué pena que no
siempre me resulte fácil realizar esa vocación.
Sí, es cierto que no soy de los que todo lo guarda y acaso
tire a veces cosas que me servirían, ya se sabe aquello del que guarda, halla,
pero las circuntstancias y el carácter me llevan a no querer cegarme con
objetos sin fin y eso que, a veces me gustaría guardar cosas que aun no
sirviéndome, son símbolo de momentos felices (una entrada de concierto, el
posavasos de un lugar especial, etc.).
Por todo esto, en base a la filosofía expuesta, quiero
servirte de algo y por qué no, pese a mi torpeza y carencias, servirte algo:
¿el desayuno un domingo? ¿El vaso de leche caliente o la manzanilla con miel
cuando estás enfermo? ¿El cogerte la maleta o abrirte la puerta, ya sea del
Metro, o del portal de tu casa?
Publicado por Alberto en 11:04 p. m. 0 Dejaron su huella
Etiquetas: Reflexiones
domingo, 22 de septiembre de 2013
La maldición de la vasija funeraria
Buenas noches:
Cuidado con no hacer caso de los avisos misteriosos, jajaja.
Tal vez contengan una condena sin remedio. Jajaja.
Feliz semana.
La maldición de la vasija funeraria
Al veterano arqueólogo, James Philip Sturling poco le
quedaba ya por descubrir. Se preciaba de haber cartografiado los yacimientos
más sorprendentes del mundo antiguo, ya fuera en lo más profundo de las selvas
africanas o entre los esquimales del Ártico.
Fanfarrón y vanidoso, no había tenido escrúpulos a la hora
de abusar de sus becarios para endosarles el trabajo duro y luego, él, llevarse
el mérito, y aplauso, de la comunidad.
Desembarcaba con su potente equipo, usaba el talonario de
cheques como llave de acceso a los lugares, bien que sin larguezas ni
esplendideces para con los humildes dueños de artríticos pedazos de tierra y ordenaba
sus huestes de estudiantes, si eran guapas, mejor aún para luego, en sus
aposentos, adiestrarlas en ritos de iniciación y como figurillas votivas de la
Madre, poniéndolas en formación: tirar cuerdas para formar la cuadrícula,
cavar, limpiar, catalogar y embolsar los restos que fueran desenterrando.
Las cosas le habían ido bien así, déspota, abusando del
prestigio que le otorgaba su labia e ingenio, adueñándose de los méritos ajenos,
todo un experto en semejantes felonías. Hasta que…
Lucy, esa muchacha menuda, seria y tenaz, le entregó, con
ojos brillantes, unos ojos negros y profundos de sacerdotisa, como si intuyera
que le estaba haciendo un regalo envenenado, una curiosa vasija.
Estaba intacta, de basalto negro, y pintada de ocre y
blanco. Y sobre este blanco, en la parte panzuda, una leyenda en alfabeto
akadio: “que se te seque la boca, si te olvidas de mí”.
Se encontraban en una polvorienta zona pedregosa del
desierto, en el actual Iraq. Tal vez, hubo un tiempo en que fuera un vergel,
regado por el río Tigris, pero en el presente, nada quedaba.
¿Cómo podía ser que un objeto, que pudiera tener una
antigüedad de 4300 años estuviese intacto?
El gran Sturling ya se frotaba las manos, ya se veía
protagonizando otra vez más los titulares de los noticiarios de mayor audiencia
y siendo fotografiado para revistas. Escribiría un nuevo libro, pasaría a la posteridad
como el mayor arqueólogo de todos los tiempos, dejando atrás a los mequetrefes
de Heinrich Slieman o Howard Carter. Y lo mejor de todo, sin ni tan siquiera
haberse manchado las manos.
Ansioso por poseer ese tesoro, hurtándolo al resto de sus
sufridos colaboradores, mejor diríamos, esclavos, la aferró como si fuera la
carroña que extirpan las rapaces con sus garras de muerte.
No se fijó en que detrás de la inscripción, quedaba otra
palabra incisa en color rojo sangre. SE trataba de “Ereshkigal”, la diosa
sumeria del inframundo.
Se retiró, raudo, hacia la tienda de lona que hacía las
veces de improvisado habitáculo y allí, con ansia de poseso, la destapó.
Un pútrido hedor
inundó el espacio.
Un torbellino de arena surgió de las entrañas de la vasija,
absorbiéndolo todo y engullendo al miserable avaro de famas inmerecidas.
Los granos de arena se introdujeron por todos los orificios
de su cuerpo y al tiempo que eso sucedía, se metamorfoseaban en gusanos que estallaban ahitos de vísceras y sangre.
No pudo gritar. La boca… ¡la boca la tenía tan seca!
Las chicas, eran mayoría siempre en las expediciones de
Sturling, no se apresuraron en querer conocer qué había sucedido. A lo lejos,
vieron como si el puño de un monstruoso gigante aplastara la tienda de su jefe,
no quedando otra cosa que no fuera un profundo agujero oscuro y sin fin.
Alguna de las muchachas, no pudiendo resistirse a algo de compasión,
quiso asomarse al siniestro pozo, pero Lucy, sí, ella de nuevo, la tomó de la
cintura e impidió que se acercara.
Aullidos de terror y muerte, sibilantes ecos de destrucción se escuchaban a lo lejos, muy abajo, cada vez
más tenues.
-Lo tenía merecido. Vagará por los infiernos eternamente,
sin remedio ni posibilidad de redención. Vayámonos, la profecía se ha cumplido
como siempre, por los siglos de los siglos, lo ha hecho. Aquél que se olvida de
honrar a los dioses de la rectitud y la generosidad está condenado.
Y
mientras el grupo, recogía sus útiles de excavación, la tumba en que se había
convertido el pretendido altar de la fama de aquel egoísta, fue cubriéndose de
arena, un material compacto y rojizo, losa de sepultura.
¿Y la vasija?
La vasija rodaría y rodaría hasta que un nuevo destinatario,
cegado de ambición, la padeciera de nuevo. O, ¿quién sabe? Tal vez, hubiera
quien fuese capaz de romper su maldita misión de muerte y justicia.
Publicado por Alberto en 9:57 p. m. 3 Dejaron su huella
Etiquetas: Relatos
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