lunes, 19 de agosto de 2013

Budapest: la perla del Danubio



Cuento mi viaje de estos días, justo antes de que emprenda otro para estar en mi pueblo de Fuentestrún y alimentarme de la familia y la tranquilidad soriana.
Hasta la vuelta.

Ya en uno de mis cuentos, que titulé “Los tangos de Budapest” cité alguno de los monumentos de la capital húngara y lo hice como marco de la creación imaginativa. Ahora lo hago una vez que los he visitado en un nuevo viaje, magníficamente acompañado (como siempre) de mis lazarillos viajeros Alfonso y Paloma, además de mis cómplices Elena y Nuria. Tres días y medio que han dado lugar a hacerme una idea global de esta ciudad con tantas evocaciones y de tanta belleza.
Describiré en primer término los lugares para, después, compartir mi valoración e impresiones.

Viajamos el miércoles por la tarde con la compañía Wizz Air y llegamos, después de 3 horas de tranquilo vuelo, al hotel La Prima Fashion de 4 estrellas y con un emplazamiento ideal para recorrer a pie la parte de Pest.
Una vez instalados los cieguitos en una cómoda y amplia habitación nos dormimos con la ilusión de lo que descubriríamos durante los días siguientes de la mano de Alfonso y Paloma.
La temperatura ha sido agradable para estas fechas, en torno a los 30 grados por el día y los 18 por la noche, lo cual nos permitía dormir con la ventana abierta pero sin el agobio del verano madrileño.
El jueves recorrimos la parte correspondiente a Pest, con la Iglesia Parroquial del Centro, Váci Utca, el Parlamento, la Academia de las Artes, la basílica de planta griega de san Esteban, la ópera y la Plaza de los Héroes.
El viernes, claro, tras atravesar el Puente de las Cadenas tomamos el funicular para subir a la colina del Castillo en la parte de Buda. Allí callejeamos por el Palacio, la fuente y basílica de san Matías, el Bastión de los Pescadores  y el Laberinto. Volvimos a Pest para asistir a un concierto sublime en la iglesia de san Miguel y contemplar el Danubio de noche desde el Puente de la Libertad.
El sábado lo dedicamos al agua, con un baño en el balneario Gellert y paseo en barco por el Danubio con escala en la paradisiaca isla Margarita. Terminamos el día en el Restaurante Café Nueva York Palace, todo un emporio por su historia, decoración y suculenta gastronomía. Degustamos el mejor de los gulash y yo no pude resistirme a pedir una ensalada césar.
El domingo hicimos tiempo en la pastelería Gerbaud e hicimos alguna compra antes de dirigirnos al aeropuerto para volver a casa.
Pudimos tocar un par de maquetas, me gustó especialmente la que hay cerca de san Matías muy detallada. Pudimos tocar también algunas esculturas que me recordaron a Oviedo como la de la Princesita, esa niña que semeja un duende y a la que se le suelen acariciar las rodillas como signo de buena suerte, además de un típico guardia y la de una chica con su perro que me gustó mucho.
El Parlamento lo percibimos grandioso aunque me molestó que no pudiéramos tocar nada, ya no digo la maqueta hecha de fósforos, nada menos que 100.000 cerillas, sino los escaños o su decoración. La cúpula debe ser espectacular así como la escalinata principal.
El Palacio, en la colina nos defraudó porque no se puede visitar por muy majestuosa que sea su ubicación.
No llegamos a tiempo para la visita guiada de la ópera, aunque seguramente también habría salido defraudado por aquello de no poder disfrutar de su magnificencia, así que la cambiamos por terraza en el Callas Café con, por mi parte, una fastuosa copa de helado con tres bolas y frutas adornadas con barquillos y nata.
Disfruté especialmente del paseo en barco escuchando más que las explicaciones de los monumentos, oyendo el agua que estábamos atravesando.
En la isla Margarita alquilamos una especie de carricoche de pedales para los 5, en el que nos divertimos como nunca pedaleando sin ver en medio de un paisaje de praderas y flores, estanques y quioscos de comida. Fue gloriosa la carrera. Jajajajaja.
Budapest me ha gustado porque se puede pasear con tranquilidad por sus calles peatonales en un ambiente relajado con fuentes por doquier, estatuas y cafés que me transportaban a la época de finales del siglo XIX y principios del XX cuando la ciudad estaba en su esplendor.
Los helados están buenísimos, atravesar sus puentes imaginando y estar delante de construcciones  hermosas emociona.
Pasear por las galerías y grutas del Laberinto es toda una sensación, lo mismo que lo fue ese masaje completo aromático que recibí de la simpática masajista en el balneario que aunque ni la vi ni la entendí (no tengo ni idea de inglés ni mucho menos de húnbgaro) me dejó nuevo.
En fin, que el viaje no ha defraudado las espectativas aunque las percepciones que alguien que no ve, sean tan distintas de quien sí lo hace. A quienes veis seguro que os impresionan las vistas de los edificios y el entorno. A mí me llegan más otras sensaciones como los sonidos del agua, los olores naturales y lo que uno imagina  mientras pasea y siente. En este sentido es muy recomendable deambular y perderse por plazas, calles y grutas.
Hasta un próximo viaje.

  
  

Leer más

domingo, 11 de agosto de 2013

La chica de la terraza



Feliz verano y hasta el día 8 de septiembre. Antes te contaré mi viaje a la Perla del Danubio, Budapest, y te diré si he visto el Danubio azul o cómo, ejejej.
Cuídate y gracias por estimularme tanto la creatividad y recibir con tanto cariño mis escritos y chaladuras.
Un cálido abrazo de luz y fuerza.
 
Me pides que te escriba hoy otro cuento. ¿Un cuento hoy? Pero si es agosto y todo el mundo está de vacaciones. Si tú lo que debes hacer es alegrar tus ojos e imaginación con otras vistas más apetecibles que unas anodinas líneas leídas en pantalla de ordenador.
Bueeeeeno, a ver qué sale.
Ah, sí. La típica historia de estos tiempos de inmediateces y deseos a ultranza: chavala impetuosa y de carácter que quiere beberse la vida a largos tragos en cortos instantes, se casa y tiene una hija. El marido, supuesto príncipe de brillantes colores, resulta ser un villano que la insulta y llega hasta golpearla. Se separa, pero es incapaz de quererse a sí misma por lo que rápidamente busca y busca otros nuevos hombres que llenen su oceánico vacío de amor. Pero claro, otra vez más, el príncipe no es tal, ¿será acaso que no existen esos príncipes de cuento que tanto nos contaron? Vuelve a ser agredida aunque ahora no sea de forma física, sino emocional, con la terrible arma del chantaje: “sólo me tienes a mí, cuando yo quiera te tengo comiendo de mi mano cual enclenque pajarillo,…” Ella sabe que no debe aguantar semejante relación, que lo único que tiene son migajas pero no puede dejarlo. Porque será un malnacido egoísta o lo que sea, pero ¡le quiere! No es capaz de dejarle. ¿Qué puede hacer? Sufre, se refugia en refrescantes botellas de vino y espera, espera. Bloquea su contacto telefónico de whatsapp y llamadas, pero es incapaz de aguantar y al final acaba desbloqueándolo, con la irresistible tentación de leer qué le dice. Porque, ¿y si…? ¿Y si le dice que esta vez sí, que esta vez él va a cambiar, que la quiere y que quiere estar con ella. Pobre ingenua. Y así pasan los días y los meses, eterna desgraciada, anhelante de una vana esperanza hecha a base de espejismos.
Todo se le olvida cuando él se muestra, portentoso actor, entregado y cariñoso. La encandila con candilejas de efímera felicidad pero… todo vuelve siempre a lo mismo: al gélido desprecio y a la soledad. Al silencio de sepulcros abandonados.
¡No puede más! Su niña no merece ver a su madre, por mucho que intente emular a ese otro comediante como una muñeca rota cada vez que la realidad desenmascara al sueño.
¿Qué debería hacer? ¿Huir? ¿Morir? ¿Resignarse y seguir sufriendo? No sabe, no puede salir del laberinto.
Sus amigas le aconsejan que acuda a un terapeuta que la ayude a desengancharse o incluso que busque a otro por aquello de que un clavo siempre saca a otro clavo. No sabe, cegada como está en su mundo de negra zozobra de amor dañino.
Trabajar y trabajar, ¿para qué? No puede viajar con su niña, no puede ser feliz. Se levanta a las 4 de la madrugada y le escribe: "te necesito, ven." No recibe respuesta, silencio. Desesperación, llanto, angustia.
En qué se está convirtiendo aquélla que fuera la más querida por sus padres, la que deslumbraba a los chicos del instituto. Mirada triste, arrugas prematuras, cansancio, vacío.
Qué le puede importar a ella que haya amanecido, si lleva horas despierta. Que la aurora se presente con la luz veraniega de trinos de ruiseñores, zureos de palomas y gorgeos de mirlos; con olorosa brisa de jazmines y azahar.
Otro día más de desesperación. Bueno, la han invitado a tomar algo en una terraza, serán cinco mujeres que celebren la noche de san Lorenzo. A ella le da igual eso de las lágrimas de san Lorenzo, que tan bonitas dicen que son, sus lágrimas son horribles, son cascada de hiel y amargura.
Ha pasado el día desquiciada, sabe que ha dado alguna mala contestación mas aún sabiéndolo no le importa, nada le importa. Duda en si acudir a la cita o volver a su casa y beber y beber hasta volar junto con las estrellas. Pero no, a ellas las quiere, se marchan de vacaciones y es un buen momento para despedirlas. Sabe también que la escucharán, pacientes, y harán que se sienta como alguien, aunque sea tan poco... Llega tarde, pero llega.
-Disculpe, caballero. ¿Está libre esta silla?
Él ha necesitado salir. No ha querido quedarse en casa, recordando tiempos pasados, emborrachándose de nostalgias y despotricando contra la señora Ceguera. Recuerda cierto viaje que hizo hace tantos años a aquel cámping de Urbión y echa tanto de menos no poder estar, cogido de las manos de alguien, junto al mar y ver cómo las perseidas se pierden en la boca de espumeantes olas como deben hacer los enamorados con los sueños del uno en el otro.
Saldrá a dar un pequeño paseo y se tomará algo en una terraza pero hoy no irá a la habitual de otras noches, le apetece cambiar. Probar algo distinto que acompañe a ese tinto de verano con el que mitigar los calores estivales.
Ya le han ayudado a sentarse en una mesa y ya ha venido el camarero. Una ensalada de queso de cabra con pasas y nueces será un buen acompañamiento para pasar un buen rato de relax. El entorno lo propicia pues es una plaza en la que no hay circulación y el ambiente es agradable.
Se ha traído su libro y al tiempo que lea degustará la ensalada, se disiparán los fantasmas que quisieron asolarle en su hogar. Los relegará al lugar del que nunca deben salir, a ése donde nacen los cuentos y poemas.
Se siente bien, la ensalada está rica, el libro lo tiene enganchado, clásica novela de espías y acción. Pero...
A su lado, en la mesa contigua, cinco voces femeninas, cristalinas, incitan su imaginación. ¿Cómo serán sus dueñas? ¿Llevarán melena lisa o rizada, morena o castaña, rubia o cobriza? ¿Cómo vestirán? ¿Lucirán prometedores escotes y cortas faldas? Nada de eso puede saber. ¿A quién podría preguntarle? Ah, ya sabe: hará una fotito con su amigo móvil a ver qué le dice, jejejej. total... Respuesta: "señora con chaleco negro". Ummm, algo es algo.
Las fantasías del principio se transforman en verdadero interés al escuchar cómo una de ellas, confiesa su angustia, su dolor, su amor frustrado.
¿Qué puede hacer él? No es quien para intervenir, pero le gustaría tanto ayudarla, le da pena escuchar a una mujer joven tan desolada, tan hundida en la angustia de una relación de amor tan nociva.
Ella sigue y sigue volcando el torbellino de su dolor, él acaba su ensalada y su café con hielo, viene el camarero a cobrarle, sabe que no tiene excusa para seguir allí, debe marcharse. Pero ella continúa y continúa.
-Buenas noches, guapa. Mucho ánimo y siempre adelante. Se puede. Te lo dice alguien que lleva más de 25 años ciego.
-Oh, muchas gracias.
Ha percibido en la respuesta notas de gratitud. Le ha costado tanto decidirse a pronunciar esas simples palabras pensando que no fueran bien recibidas... Pero... cuántos son los que piden ayuda y no se cortan, y él resulta que en vez de pedirla querría ofrecerla, ¿por qué iba a cortarse, entonces?
 Se va para casa pensando en esa chica de la terraza. ¿Su nombre? Ha creído entender que Lydia o Miriam no sabe muy bien. No deja de darle vueltas. Se siente frustrado por no haber podido hacer algo, haberla animado. Se lamenta por no disponer de la varita mágica que obrara el milagro de conseguir que esa chica volviera a sentir la primavera de la felicidad.
Y esta historia que me pediste, te escribiera, acaba meses después.
El caballero ciego, deambulará una temprana mañana de trabajo por pasillos ignotos para él en el Metro, ah si pudiera ser capaz de orientarse mejor... Y una voz se ofrecerá a ayudarle al verle perdido. Y entonces...
-Anda, si es usted el que me dijo que me animara una noche de verano en la terraza aquélla.
-Ahhhh, Qué me dices. ¿Lo hiciste?
-Sí, estoy mucho mejor. Usted, aquella noche, solo allí y nosotras cinco. Me hizo pensar. Usted que no veía y estaba allí tan campante. . Ahora me quiero más a mí misma, ya no dependo de aquella persona. Él se lo pierde. Yo con mi hija juego y salgo. ¿Y sabe qué? Que soy feliz con ella. La veo tan contenta, con tantos sueños... Bueno y mis amigas que siguen aguantándome. Salimos al teatro o al cine o hasta hemos hecho alguna excursión juntas.
-Cómo me alegro. Dudé tanto en si os molestaría...
Qué va. Me hizo mucho bien. Y usted, ¿cómo está?
-Bueno, no me puedo quejar. Soy un privilegiado por poder servir de ayuda y poder vivir solo haciendo muchas cosas. Vaya, no te diré que no haya días en que la ceguera y la soledad no pesen mucho, pero uno es bastante fuerte.
-Ya lo creo. Es admirable. Le debo una. ¿Y si le diera mi teléfono y me llama algún día para quedar e invitarle a algo o presentarle a mis amigas?
-Bueno... ¡Genial! Hecho. Toma mi tarjeta y me llamas o envías un correo.
-Vale, prometido. Y... gracias por aquellas palabras de aquella noche. Me hicieron mucho bien.
Ella le ha dejado en el andén, él ha subido al Metro pero flota de orgullo y dicha. Esperará a que la llame y queden para conversar y verse de nuevo, ya sin el miedo de molestarla o hacerse impertinente.
Ay ay ay, aquella noche de san Lorenzo.
Y él y ella, sí, se ven de vez en cuando. Y ella le cuenta que es feliz, que sigue bien. Han quedado para ir al cine o cenar. Han hablado de libros, de sueños, de viajes y de lo buena que es su niña. Y él le ha contado que siempre que ayuda a alguien su mundo de tinieblas se ilumina con la luz de la felicidad y la sonrisa.
Y, claro... colorín, colorado, esta historia ha terminado.
Feliz verano y cuando estés en alguna terraza, si ves a un ciego solitario, además de preguntarle si la silla está libre, ofrécele tu compañía. Tal vez acepte y le hagas mucho bien.
      
  

Leer más

viernes, 9 de agosto de 2013

Dolor



Comparto hoy mi poema semanal después de que ayer me resultara imposible componerlo.
Buen fin de semana agosteño de escotes y cortas faldas.

Me duele tanto no ver, maldita ceguera.
No ver tu rostro, tu sonrisa y tus curvas de hembra zalamera.
Cómo duele esta eterna oscuridad.
¿Imaginación? ¿Otros sentidos? No me sirven
Para satisfacer mi espíritu huérfano con lo que otros de ti ven.

Me duele tanto no recordar, odiosos olvidos.
No recordar tu voz y tu perfume, tus miradas que son flechas de traviesos cupidos.
Cómo duelen los olvidos de obeso olvidadizo, ¡de verdad!
¿Memoria de elefante? No es tal, sino de ebrio mosquito.
Ya nada sé, no sé nada de ti, ni siquiera un poquito.

Me duele tanto estar lejos de ti, galáctica distancia.
Tan lejos que ya ni siquiera cuando estamos juntos, puedo beberme tu fragancia.
Cómo duele eso de tan cerca y tan lejos, amada beldad.
¿Dos castos besos y cogerme, inigualable guía,  de tu brazo.
¡No! Quiero fundirme contigo en un único y ardiente abrazo.

Me duele tanto que otros disfruten de tu gozosa compañía, triste de paseos solitarios.
Compañía de citas de té y viajes, de intimidades en mesillas y armarios.
Cómo duele que otros tengan tu charla sin parangón ni inigualable igualdad.
Llamadas de teléfono y fríos mensajes escritos en virtuales billetes.
Quiero tu mano tomar y explorar juntos sin límites.

Me duele tanto que tus piernas enseñes, columnas de ónice y marfil.
Enseñas a calles y plazas tus encantos de luminoso candil.
Cómo duele saber que aquél, con tu expuesta piel, alimentará su pérfida curiosidad.
Primavera y verano son aliados de tus frescos atuendos de seda y oropel,
Invierno, único compañero para mí, me roba tus preciosos escotes y rizos de tu melena color de miel.

¿Golpes? ¿Caídas? ¿¿Abandonos? ¿Fracasos? ¿Frustraciones?
Nada de esto duele tanto como no tenerte más que unos míseros días en remotos meses.
Duele mucho la muerte, la ceguera, el olvido y la distancia.
Pero más duele saber que nunca, nunca, ocuparás mi cama vacía.


       

Leer más

domingo, 4 de agosto de 2013

La excursión



Comienzo agosto con este nuevo cuento, que tiene reminiscencias veratas. ¿Realidad? ¿Fantasía?
Que estéis bien.
Feliz semana.

Qué felices se las promete el anónimo protagonista de este cuento que no es cuento sino historia, la veraniega mañana en que se dispone a emprender un nuevo paseo.
El tiempo no puede ser más agradable. El frescor lo inunda todo y sus sentidos reciben evocadores estímulos de trinos, y fragancias de plantas, en su máximo esplendor.
Su espíritu se halla bien dispuesto a la aventura, ilusión y entrega son suscompañeras de viaje.
¿Hacia dónde dirigir sus pasos? Podría orientarlos playa adelante hasta el rompeolas del espigón y penetrar las oquedades  esculpidas por espumeantes olas de mágico mar. Podría también dirigirse hacia las huertas de higueras, albaricoques y perales, árboles preñados de dulces frutas que se ofrecen cual muchachas en flor. No termina de decidirse. ¿Y si se dejara llevar? No, mejor preguntará a la señora del cántaro que hay junto a la fuente de enfrente.
Sí, así lo hace y ella le indica la senda:
-Ve en busca de la joven de la cascada que hallarás entre robledales y castaños.
-Ah, sí; buena mujer. Pero… ¿cómo llegaré hasta allí?
Por respuesta sólo escucha el rumor cristalino del agua que mana en la alberca.
Bebe de ella y la claridad se abre en su mente.
Sabe que llegará, o tal vez sean simplemente ensoñaciones de frustrado explorador. Qué importa. No tiene prisa, nadie le aguarda, está solo en el lugar.
Toma el camino de tierra que se adentra hacia el Norte, cuesta arriba. Claro, el bosque y la cascada deben de hallarse allá arriba, entre las montañas.
Sigue y sigue. Nadie sale a su encuentro. Cierto que se va a gusto. La brisa parece querer acompañarle, también el mirlo y el ruiseñor. ¿Y el agua?
Sí el agua también canta su melodía a su izquierda, al otro lado del barranco. Arroyo impetuoso que le atrae con su fluir y su eterno pasar. Intenta saludarlo, introducir sus manos en el cauce, atrapar una piedra mágica, de ésas que purifican pero no lo consigue. Gelidez y frialdad es lo único que siente.
Vuelve al camino. Continúa avanzando hasta que percibe cómo el entorno se va ensombreciendo.
La bóveda que era cielo azul se ha transformado en umbrías ramas que oscurecen el soleado día estival.
Se emociona con lo nuevo, siente que se acerca a la meta. No le importa que ahora ya no haya senda, que tenga que vérselas con raíces y espesas especies de hojarasca, helechos y líquenes secos.
Sí, a lo lejos el agua se oye brava, indómita. ¿Será la cascada?
Quiere correr, se precipita y lo único que consigue es caerse. Se aferra a un esponjoso tronco cubierto de musgo.
-¿Qué buscas hermoso galán?
Una voz de seda, así, le ha interpelado. Es dulce, sensual, sugerente. Ha olvidado que siempre le previnieron contra los cantos de sirena. ¿Cómo no lo iba a olvidar si las sirenas sólo habitan en los mares?
Alza la cabeza en dirección a la voz. ¡La ve! Está desnuda, sólo la cubre el cabello de rizos cobrizos. Nunca vio nada igual, sus rotundas curvas, su brillo, su llamada. A él, eterno solitario, huérfano de amor y placer de mujer siempre soñando con tales y siempre despertando sin ellos.
-¿Vienes?
Él no sabe qué responder. Tan solo se deja llevar. SE esfuerza por convencerse de que algo tan hermoso vaya a sucederle a él. ¿Será posible, al menos por una vez?
Sus manos son tomadas por las de la aparición y se deja conducir a un lecho de hierba y flores. Se tumban.
La cascada sigue atronando como banda sonora del mágico encuentro de salvaje pasión.
No sabe, siente que ha sido feliz pero tendrá que regresar. ¿Cómo lo hará?
Claro, le preguntará a ella.
-¿No te lo dijo la mujer del cántaro?
-¿La mujer del cántaro? Sólo me dijo que viniera hasta aquí, en tu búsqueda.
Silencio y huida. Se queda solo. La llama pero no le contesta. Una risa triste, como si chirriara, reverbera mezclándose con el fragor de la cascada. Y el eco de unas palabras extrañas:
-La mujer del cántaro es una estatua. Yo soy una bruja. El agua es mi hechizo. Muchos vinieron, ninguno regresó.
No se rinde, anda y anda, no encuentra la salida. Tropieza con lianas, troncos y piedras. La noche se ha adueñado de todo. El agua ya no se oye. ¿Dónde habrá ido? ¿Dónde habitará la joven? ¿En alguna cueva?
Si aún pudiera mirar al cielo y preguntarle a él. Quizá la luna o alguna estrella amiga le guiarían. Pero no puede. ¡Es ciego!
Qué loco osado. Empeñarse en recorrer caminos nuevos.
De nada le sirve el bastón en semejante laberinto.
Ah, bueno. Su nuevo teléfono móvil le sacará.
Oh, no. No habla, no le responde. Se ha apagado. Está perdido, inmisericordemente extraviado.
¿Qué puede hacer? Todo le había parecido tan fácil a la subida… Las referencias auditivas, la punta del bastón marcándole la cuneta, la intuición…
Nada se escucha, no encuentra senda alguna.
Sí, algo sí se percibe: próximos pasos de animales salvajes en busca de alimento.
¿Subirse a un árbol? Cómo iba a hacerlo.
¿Correr? ¿Hacia dónde?
¿¿Acurrucarse y dejarse vencer?
No, no, no. Seguir hacia adelante. No rendirse, intentarlo hasta que le queden fuerzas.
Con algo nuevo se topa. ¡Es una pared de madera y adobes! Es una cabaña. La rodea ilusionado. Encuentra un portillo abierto. No sabe dónde está y tampoco le importa, sólo comprende que aún le queda la esperanza, que alguien sigue velando por él.
 -Pero, hombre de Dios. ¿Qué hace solo ppor aquí? ¿Y no ve nada?
-No, tan solo quería pasear y conocer la zona.
-No es de por aquí, ¿verdad? No debe de serlo, porque si lo fuera no habría llegado hasta estos parajes malditos. ¿Se encontró con la hechicera?
-Sí, ella debió ser.
-¿Y le dejó marchar? No veo que tenga marcadas sus garras. Increíble maravilla.
-Seguramente como soy ciego no tuvo miedo que dijera que la había visto. Cómo iban a creerme, un ciego y encima forastero hablando de la joven de la cascada.
-Bueno, bueno. El caso es que aquí está. Ya puede quedarse tranquilo. Yo había venido a revisar los cepos y ya vuelvo para el pueblo. ¿Se viene conmigo? Ande, que le llevo.
-Ufffff, muchas gracias.
En el hotel se extrañan de que llegue tan tarde. Les habla de su excursión. Sí, les habla de lo bonita que ha sido, pero lo que también hace es omitir su apasionado encuentro de amor. Total, no le creerían…
¿Volverá alguna vez en busca de la cascada? No debería tentar a la suerte, pero es que fue tan hermoso el placer al que le condujo su hechicera que…  quién sabe.





  
  
  











Leer más
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...