domingo, 28 de abril de 2013

Cosas de la cieguería



Bueno, aquí estamos de nuevo con otra historieta. No se trata de incitar a la bebida sino a la risa esta vez.
Así son las cosas de la cieguería.
Un abrazo y feliz semana.

¡Mierda, pero qué gran mierda! ¿A quién se le ocurriría dejar la ensaimada en mi sillón de lectura. Cómo se ha puesto todo. El culo lo noto harinoso (¿o será de azúcar glas?) y la tapicería se ha pringado toda de nata natera.
Y es que estos videntes cómo son. Lo dejan todo tirado por ahí y luego viene el cieguito y a jorobarse le toca.
¿Y ahora qué hacemos? Con lo feliz que me las prometía haciéndoseme la boca agua a cuenta de semejante postre y resulta que lo que se me ha hecho agua es el culo. ¡Qué guarrería!
Tendré que pedir ayuda a la enfermera de los sillones y sofases para que lo cure al pobre que, me temo, se habrá ahogado de tanta leche como le ha caído encima.
Sí, luego vendrá el arrepentimiento de quien provocó tamaña fechoría. Dirá que lo hizo sin querer, que fue un descuido o yo qué sé. El caso es que me quedo sin golosineo, que a esta hora ya la pastelería cerrada estará.
Así son las cosas de la cieguería. Te empeñas en tenerlo todo en orden y bien niquelao y luego vienen a trastocártelo todo los demás. ¡Qué gente!
En fin. Voy a cambiarme lo primero. Pantalones y camiseta, todo lo noto mojado, qué barbaridad. Si tan poco era un ensaimadón, pero… esto debe ser como cuando se te rompe un vaso de cristal, que luego salen añicos hasta debajo de las alfombras.
Ala, todo a la lavadora y yo ya sequito y limpito.
Y ahora vamos a meterle mano al sillón.
Me dan ganas de pasarle la lengua, pero no; mejor la lengua la dejo para otros menesteres.
A ver, a ver…
Uy, si está seco. ¿Cómo ha sido eso?
Echo la mano a todo el perímetro de mi asiento. Nada noto del desaguisado. Es como, si por arte de ensalmo, alguien hubiera intervenido. Pues ya podía haber hecho lo mismo conmigo. Y seguro que encima habrá sido alguna duendesa guapa que ha aprovechado mientras yo desfallecía limpiándome para hacer su faena y dejarme a mí, ahora perplejo y sin nata.
Tic tac tic tac. El sufrido ciego no sale de su asombro. Nada queda del rastro provocado por su acción asentadera.
¿Qué toco aquí? ¡Una botella vacía y dos copas! Ah, ya recuerdo. Ahora me acuerdo. Vino mi amigo Miguelón a verme, que me traía de su viaje mallorquín un recuerdo. A cambio le saqué el orujo que guardo en el congelador.
Y cuenta él y cuenta tú, copa va copa viene, que como más ciego de lo que voy no iba a ir, nos liquidamos el helado néctar.
  

  ¿Quién habrá sido? ¿O será que…
Ya sé, mientras nos jalábamos la botellita de hierbas, decidí que sería buena cosa pasarla con la ensaimada. Me he debido quedar dormido y lo que notaba mojado sería…
Y es que ya me lo dice mi amigo Miguelón: no te creas que porque cuando la gente que ve, bebe, ve doble tú, vayas a ver sencillo con la melopea.
Debe ser que lo que mojó mi ropa fue el hielo de la botella al deshacerse o algo así.
Total que yo me he quedado sin ensaimada como me quedé sin abuela y del licor de hierbas ni rastro tampoco. Miraré en la lavadora a ver si resulta que la ropa que tan mojada estaba está también seca. No vaya a ser que me haya pasado lo mismo que con el sillón.
Ay ay ay, qué pobre ciego. Qué bajo está el suelo para que tenga que agacharme. Pero mira que me lo ponen difícil todo…
Nada, que no se abre el tambor. ¿Qué carallo pasará?
 Tira tira, Romerales. Nada.
Ah sí, que había que pulsar el botón. Si es que esto de los cacharros no es lo mío.
Clin… patapaf.
¡Vaya tamborazo que me he dado en la cara.
En fin, meteré la mano. Para un sitio donde la puedo meter…
Pero bueno, si no está la ropa que me he quitado antes. ¿Dónde la habré metido? Maldito orujo. A que la puse en el congelador.
¿Y esta bola? ¿No será la del duende amigo de la duendesa? ¿O será la naranja que se me cayó esta mañana y que no había forma de encontrar? Ahora la pillo. Vaya, como siempre, justo cuando le iba a poner la mano encima le he dado con el pie. ¿Dónde puñetas habrá ido ahora? Y yo, que ya no tengo edad para estas cosas, arrastrándome por el suelo. Menos mal que la Perpe me lo tiene bien barrido.
Catacrás.
Mierda, mierda otra vez, mierda y más mierda. La puñetera mesa que se me ha olvidao que estaba encima.
Chichón al canto que no me va a quitar nadie porque comoclaro, el hielo se ha mudado en pantalones… no creo que sea cuestión de que este cieguito se ponga en la cabeza semejante indumentaria.
Mira que si salgo a la calle con ella puesta por sombrero… Mejor será el chichón por si alguna guapa samaritana se apiada de mí.
Cosas de la cieguería. Ya lo dice la canción: “la culpa fue de lensaimada que me enseñó a orujear…” ¿O decía otra cosa la letra. No me acuerdo, no me acuerdo. Qué dolor de cabeza. Y qué hambre. ¿Y la ensaimada? ¡Maldita sea! Qué ciego soy. ¡Y qué oscuro está todo? Con lo claro que lo veía esta mañana cuando le daba al orujo… tanto que ya me hacía de leñador con mi motosierra y todo, jejejejej, ya se sabe: tienes más peligro que un ciego con una motosierra talando cerillas.



  



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sábado, 27 de abril de 2013

Cuenca, 2013: turismo y pedagogía



Bien, hace ya una semana que pedí mi alta médica para poder asistir a un nuevo evento, cómo no, junto a esa cómplice que es mi querida amiga Elena: las III Jornadas estatales de Orientadores y Pedagogos organizadas por APPOCLAM (Asociación Profesional de Pedagogos y Orientadores de Castilla La Mancha).
¿Lo dudaréis, acaso? No sólo iríamos, sino que además compartiríamos una comunicación, esta vez con una propuesta de animación a la lectura en torno al braille.
Al inscribirnos dijimos a la organización nuestra necesidad de ayuda para que la ceguera no fuese obstáculo. Se mostraron, en todo momento, bien dispuestos  aunque, fruto del desconocimiento, hubo algún amago de súper protección y nos habría gustado que la documentación nos la hubieran facilitado de forma accesible (y eso que nos lo habían prometido, pero…).
Llegamos el viernes por la tarde y, tras registrarnos en el hotel Alfonso VIII (un buen hotel, por cierto), nos dirigimos a la facultad de Educación para escuchar la mesa redonda sobre experiencias pedagógicas.
Al finalizar, nos saludaron algunos de los asistentes que nos recordaban de Bilbao y no quisimos perdernos el paseo por la ciudad y posterior cena pese al insistente empeño de algún bienintencionado de que nos fuéramos al hotel en taxi cual pobrecitos inválidos. Por la vía de los hechos no le hicimos caso y acabamos, en la Cl. San Francisco,  cenando oreja con otros nuevos conocidos y dando notable color en torno a nuestras chaladuras y humoradas.
El sábado, por la mañana, colaboramos aportando nuestro punto de vista y consejos en uno de los talleres, que abordaba la atención integral de una  niña ciega de 4 años en un aula inclusiva de Toledo. Además de reflexionar y explicar el caso, se propuso a los participantes juegos de simulación vendándoles los ojos.
Tras una suculenta comida, volvimos a otro taller, en esta ocasión, acerca de la ira y su encauzamiento a través de la inteligencia emocional. En éste no nos habíamos apuntado previamente (lo habíamos hecho antes en otro sobre la lectura), pero la oreja y cervezas de la noche anterior propiciaron que diéramos el cambiazo ante la amabilidad y cariño con que nos obsequió Agustín, el responsable de impartirlo. Tanto así fue, que se las ingenió para que los juegos para fomentar la participación nos los adaptó a nuestra necesidad, así sobre la marcha. En él conoceríamos a cuatro simpáticos personajes de  peluche: Memo, Mirri, Furios y Taco, trasuntos los cuatro de “Me molesta”, “Me irrita”, “Me pone furioso” y “Te aconsejo”. Fue fantástica su exposición.
Después tuvimos nuestra actuación, creo que llevada con soltura y ciñéndonos al tiempo. De algo había de servir la experiencia del año pasado. Salimos notablemente satisfechos al percibir la atención y buena receptividad de la audiencia. La anterior comunicante nos lo puso fácil a la hora de empezar. Dijo: “porque siempre una imagen vale más que mil palabras”. A lo que yo, con mi proverbial tono zumbón, alegué que “espero que una palabra mía valga más que mil imágenes”. Pedimos también que hicieran un ejercicio de confianza ciega puesto que nosotros no traíamos ni transparencias ni diapositivas ni demás presentaciones virtuales. La palabra a calzón quitado, como diría aquél.
Después de la clausura, cena de gala. Resultó soberbia. ¿Qué iban a hacer después los cieguitos? ¿Irnos a la camita y sopitas? No, no: nos enganchamos de ciertos brazos y de marcha palillera que nos fuimos hasta… no miramos la hora y como más de noche de lo que era no iba a ser, pues nada que hasta un bailecito y todo me marqué, no me pregunten con qué guapa fémina.
El domingo ya era a cargo nuestro. En vez de elegir regresar pronto, quisimos hacer turismo por la ciudad de las casas colgadas (que no colgantes). Teníamos reservada una visita guiada al Museo de Ciencias Naturales con la idea de aprender sobre la materia de forma accesible. La mañana de primavera era fantástica.
Desde el hotel al museo teníamos varias opciones, claro: coger un taxi (la más cómoda pero la primera a descartar) o subir por varios caminos que todos llevaban al casco antiguo. ¿Cuál elegir? Ante la duda, Murphy y sus leyes se encargaría de que paloteáramos por el más difícil y largo. Así que adelante adelante, pregunta aquí, pregunta allá, dimos con el río Uécar. Menos mal que una pareja de conquenses nos quiso ayudar y, de paso, hacer de improvisados cicerones. Con ellos llegamos fenomenal, al tiempo, que pisamos el famoso Puente de San Pablo y demás callejas y plazuelas.
En el Museo, el guía nos obsequió con buenas explicaciones pero no nos sacó de las vitrinas ningún fósil ni hueso de ese famoso dinosaurio con nombre de Pepito. Bueno, aún que el audiovisual sobre la Evolución está adaptado con audiodescripción y pudimos, así disfrutar de él, además de experimentar el  movimiento de los terremotos.
Era ya hora de vermutear en la Plaza Mayor y de comer para luego, acabar la aventura con una quedada con mi primo al que no veía desde hace años. Tomamos el oportuno café y orujo de hierbas y repasamos temas y experiencias.
En fin, otro gran momento, otra experiencia y otra meta alcanzada sembrando luz, humor y superación.
El año que viene más orientación y pedagogía, parece ser que en Barcelona. Allá que nos iremos para volver a encontrarnos con Pedro, Marisa, Agustín, Carmen, Marta, Maica, Félix, Manuel…
Porque participar es hacerse querer y ser uno más.


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lunes, 22 de abril de 2013

El cinturón



Con un día de retraso, tras mi viaje conquense,  comparto mi nuevo cuento semanal.
Que os guste.
A seguir adelante con la primavera y yo, ya recuperado, de mis problemas herniales.

Lo destrozarían todo. Querían hacer honor a su nombre de bárbaros. No dejarían piedra sobre piedra ni rincón sin que el humo del fuego se enseñorease de él.
Eran hombres rudos, hercúleos, hechos a beberse la vida y comerse el mundo.
Años de razzias y venganzas les habían curtido y nada les conmovía. Habían violado, mancillado, aniquilado, conquistado y perdido todo lo que imaginarse pueda.
 No les importaba cuál pudiese ser su próxima estación de muerte y horror.
Eran sordos y ciegos a la piedad o la compasión.
¡Eran bárbaros!
La niña está contenta esa mañana de verano. Tiene ilusión por mostrar su última obra a su padre.
Es un cinturón de piedras de colores pulidas y ensartadas en cuero.
Sabe que su progenitor es exigente, que está acostumbrado al lujo y lo exótico. No en vano es comerciante y hasta su negocio llega lo mejor: sedas, ámbar, especias y salazones.
Y, no obstante, ser consciente de ello, cree que habrán merecido la pena las incontables horas de trabajo empleado, primero en la búsqueda del material y luego en su factura.
El padre llegará nervioso, no estará para atenciones familiares.
-Marido, ¿qué te sucede?
-Mujer, nuestro mundo está en peligro. Se aproximan los bárbaros.
-Oh, Jesús. ¿Qué haremos? ¿Adónde iremos?
-Vamos, apresúrate, mujer. Prepara a los niños. Nos dirigiremos al río.
-Papá…
-Hija. No hay tiempo para chanzas. Obedece a tu madre.
Bárbaros y familia de comerciantes acabarán inexorablemente encontrándose. La lucha no será tal. ¿Cómo habría podido serlo?
Muchos años después, un hombre viejo, triste, sumido en el dolor dejará pasar los días, anhelará una muerte que se resiste a llevárselo.
Vaga errante por entre los muros de un claustro al que recaló mucho tiempo atrás, traído por un grupo de monjes creyendo, éstos, que lo hacían para enterrarle ensagrado. ¡Tan malherido lo habían encontrado!
Pero no fue así. Se recuperó del mal físico. No así del espiritual. Lo contemplaban viendo cómo era un alma en pena.
¿Qué hacer con él? ¿Abandonarlo? ¿Conducirlo a otro lugar más adecuado?
Ellos pertenecían a una comunidad pobre, que únicamente buscaba el retiro y la oración. Subsistían a base de magras donaciones y míseros cultivos. Bueno, alguna vez, a cuenta de súplicas de perdón o entrega singulares, devotos hubo que les traían cestos con asados de lechón o miel.
  El perdido, ni siquiera su  nombre sabía _le pusieron Anselmo quienes lo habían rescatado_ había encontrado, al fin, un pobre sentido a su vacía existencia.
Leer los textos agiográficos o sermones para el resto de la comunidad.
Así fue pasando el tiempo, él con su papel de lector y ellos con su vida monacal de retiro y espiritualidad.
Hasta que un día, ya muy anciano el lector, ciego ya para su función iluminadora, arribó a aquel cenobio, de regreso de su peregrinación, una madura señora que quiso descansar y rezar.
El abad no supo negar la  hospitalidad requerida, eso sí, previniéndola de que aquél no era como otros grandes monasterios.
-No importa. Tan solo quiero rezar y desprenderme, siento que es aquí donde debo hacerlo, de algo que siempre me ha pesado llevar. Y eso que mi esposo, el conde Ulfrid, me lo regaló como si se tratara de la más valiosa de las joyas.
-Ah, pues haga su voluntad. El perdón y la ayuda son nuestras metas.
Mientras la digna señora, recién llegada, atraviesa el refectorio, escucha cómo un coro de letanías inunda el espacio.
-¿A quién se encomienda semejante oración? Estremece mi espíritu.
-Es en memoria de nuestro lector que agoniza.
-¿Puedo acercarme a él para sumarme a la oración?
Le conducen hasta el camastro del agonizante. Algo la empuja hasta él. Se arrodilla y se ve impelida a entregar a aquel moribundo aquello que tanto le pesa.
Cuando así lo hace y las esqueléticas manos del llamado Anselmo rozan el objeto, sin que nadie pueda saber cómo o por qué, una limpia sonrisa aparece en el rostro del doliente.
Un cinturón de piedras de colores engastadas en cuero es lo que ha obrado ese pequeño milagro. ¿Será…?
Al tiempo que descansa en paz, ya para siempre, a su mente llega una niña que también sonríe, una niña que le tiende ese mismo cinturón.

 





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jueves, 18 de abril de 2013

Me apunto al 13



Buenas tardes:
Comparto hoy una reflexión literaria en torno a ese número 13 con todo su significado.
Que os ayude a soñar porque, al fin y al cabo, un sueño es lo que he esvcrito.

 13, rue del Percebe: aquél era el alojamiento en que los héroes de mi infancia, a través del TBO, hacían soportable la marginalidad a la que los chicos de mi edad me tenían sometido, excluyéndome de sus juegos y aventuras.
Si ellos emulaban a indios y vaqueros, yo me divertía con surrealistas hazañas de grandes viñetas: Sir Tim o’Teo, las hermanas Gilda, Anacleto agente secreto. Y no digamos ya Mortadelo y Filemón o Pepe Gotera y Otilio.
El colorido de los dibujos y las historias que protagonizaban eran únicas. No he podido olvidarlas, pese a los años transcurridos y que ya no pueda verlas.
¿Cómo entonces me va a parecer el 13 un número maldito?
El 13, con sus rimas fáciles, con sus supersticiones. Me apunto al 13, por qué no he de hacerlo.
El 13, un año de ilusión, el 13 en que superé una intervención quirúrgica sin tropiezos y, en fin, el 13 en que volví a ganar un premio por uno de mis relatos.
13 historias, 13 viajes, 13 dulces únicos. ¿Por qué no?
13 amigas. Ja, dirá a la que le toca serlo que se la denomine la 12 más 1. No, no; nada de alargar las cosas. Mi amiga número 13, ¿cuál será? No lo sé, sé que ya superé ese número y no tengo ni idea de cuál sería su nombre. ¿Por qué iba a saberlo si lo que importa es su amistad?
Sí, aquel 13, rue del Percebe hoy se ha transformado en 13  grandes hoteles, de esos con Historia. 13 lujosos enclaves a los que dirigirme y tomar el té en ellos, emulando a los héroes, ésta vez de verdad, que en ellos se hospedaron. Un Ernest Heminway, una Agatha Christie, una Mata Hari, un wiston Churchill, una Marilyn Monroe, un Luciano Pavarotti, un Santiago Ramón y Cajal, un Miguel Hernández, un Washingtoon Irving, un Jon Ford, un Aristóteles Onassis, una Marlene Dietrich y un Scot Fitzgerald.
Hoteles con sus salones alfombrados, con su piano bar, con su Historia y sus historias de amores, intrigas, espionaje y conjuras.
Esos 13 hoteles, hijos del 13, rue del Percebe de mi infancia.

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martes, 16 de abril de 2013

Luisa de Medrano, la primera mujer catedrática de la Historia

Demasiado tiempo hace en que no recojo en Tiflohomero biografías de personajes poco conocidos, pero destacables por su cultura y erudición. Quiero retomar esta costumbre ensalzando a una mujer, la primera catedrática universitaria de que se tiene constancia en la Historia.

      Nació en Atienza (Guadalajara), en el seno de una familia de nobles vinculada a la corte de Isabel la Católica, y su nombre completo fue Luisa de Medrano Bravo de Lagunas de Cienfuegos, aunque a veces se la menciona con el nombre erróneo de Lucía.
Pertenece al grupo de mujeres renacentistas famosas por sus conocimientos y a las que sus contemporáneos denominaron puellae doctae. Sus capacidades intelectuales y su sólida formación la llevaron a ejercer el magisterio en la Universidad de Salamanca, llegando a ocupar en esa misma institución una cátedra en 1508. Unos hechos que la convirtieron en una de las primeras mujeres que desempeña el cargo de profesora y catedrática universitaria en la historia de España.
     En principio, durante los siglos XV y XVI el humanismo renacentista crea entre las clases privilegiadas urbanas europeas un contexto favorable a la educación femenina. En los reinos peninsulares, durante el reinado de Isabel I de Castilla se dignifica e impulsa el acceso femenino a la cultura. Las mujeres de las clases privilegiadas reciben, al igual que los miembros masculinos de la familia, una esmerada educación y adquieren extensos conocimientos en cultura y lenguas clásicas.  Estas eruditas, que forman parte de los círculos humanistas, son conocidas como las puellae doctae. El impulso a la educación femenina que se prolonga durante el siglo XVI favorecerá la incorporación de las mujeres a la universidad, no sólo para adquirir conocimientos, sino para transmitirlos y ejercer en esa institución su magisterio, como el caso de Luisa de Medrano.
     Escasos son, no obstante, los datos biográficos que se poseen de esta alcarreña, humanista y catedrática de la Universidad de Salamanca. Mujer ilustre, dedicó su vida al estudio y gozó en vida de fama y erudición. Una admiración que llevó a dos contemporáneos suyos, Lucio Marineo Sículo y el rector de Salamanca, Pedro de Torres, a alabar sus cualidades intelectuales y sus conocimientos y que, constituyen un precioso testimonio que permite rescatar y reivindicar del olvido su memoria. Son estos mismos testimonios los que confirman que en 1508 Luisa de Medrano ocupaba una cátedra en la Universidad de Salamanca. Así, Lucio Marineo, tras alabar su elocuencia, dice haberla oído “(...) hablando como orador, mas también leyendo y declarando en el Estudio de Salamanca libros latinos públicamente”. En este mismo sentido, se dirigen los comentarios que sobre ella nos transmiten Pedro de Torres, quien dice haberla visto ejerciendo su saber al tiempo que elogia su fama, elocuencia y juventud. Efectivamente, si consideramos que nació en torno a 1484, Luisa Medrano ejerció su magisterio y ocupó la cátedra en una de las instituciones más prestigiosas y célebres de la Edad Moderna, La Universidad de Salamanca, con tan sólo veinticuatro años. Un dato, sin duda, valioso, que confirma la implicación femenina en los proyectos educativos renacentistas y su participación activa en las altas esferas intelectuales.
Eran aquellos los tiempos guerreros en pos de la conquista de Granada, en la que tantos personajes de las familias Mendoza, Bravo o Medrano, gentes de Guadalajara y Soria, participaron, pues puesto a buscar parentesco, al final encontraríamos a todos unidos por algún tipo de vínculo familiar. En los archivos de los duques de Villahermosa, cuenta la verdadera artífice de la relación historial de Luisa de Medrano, Therese Ottel, halló esta los documentos que dan cuenta, tanto del nacimiento, como del parentesco familiar de Luisa de Medrano, en publicación de la Real Academia de la Historia que vio la luz en 1935.
Luisa de Medrano se ocupó de la cátedra dejada por Antonio de Nebrija en 1508, y no le faltan razones, si bien no pueden definir hasta cuándo la mantuvo. Sin embargo, la propia Theresse, desplazada desde Alemania para seguir la trayectoria de nuestra paisana, concluye con rotundidad: Resumiendo,  creemos   tener  por  seguro  que  Luisa  de Medrano desempeñara una Cátedra de la Universidad de Salamanca, noticia confirmada por testimonios auténticos de Pedro de Torres y de Lucio Marineo Sículo.
Sin duda, la mejor imagen que tenemos de Luisa de Medrano es el retrato literario que de ella hace la persona que más la ensalzó, quien la conoció y tuvo durante algunos años relación epistolar, Lucio Marineo Sículo, quien en su Opus Epistolarum (Valladolid, 1514), nos dice, dirigiéndose a ella en carta de despedida:
"La fama de tu elocuencia me hizo conocer tu gran saber de estudios antes de haberte visto nunca. Ahora, después de verte, me resulta aún más sabia y más bella de lo que pude imaginar, joven cultísima. Y después de oírte me ha causado gran admiración tu saber y tu ornada oratoria, sobre todo tratándose de una mujer llena de gracia y belleza, y en plena juventud. He aquí a una jovencita de bellísimo rostro que aventaja a todos los españoles en el dominio de la lengua romana. ¡Oh felices padres que engendraron tal hija! Debes mucho, clarísima niña, a Dios omnipotente y bondadoso por tu inteligencia. Mucho debes agradecer a tus padres que no te dedicaron a los oficios comunes entre las mujeres, ni a los trabajos corporales, en sí tan ingratos por su caducidad, sino que a los estudios liberales te consagraron, que son elevados y de eterna duración. Y te deben ellos a ti no poco, que su esperanza y ambición con tu constancia y gran estudio superaste. Te debe España entera mucho, pues con las glorias de tu nombre y de tu erudición la ilustras. Yo también, niña dignísima, te soy deudor de algo que nunca te sabré pagar. Puesto que a las Musas, ni a las Sibilas, no envidio; ni a los Vates, ni a las Pitonisas. Ahora ya me es fácil creer lo que antes dudaba, que fueron muy elocuentes las hijas de Lelio y Hortensio, en Roma; las de Stesícoro, en Sicilia, y otras mujeres más. Ahora es cuando me he convencido de que  a las mujeres, Natura no negó ingeno, pues en nuestro tiempo, a través de ti, puede ser comprobado, que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro, no el huso sino la pluma, ni la aguja sino el estilo. Adiós, y si en algo quieres utilizar mis servicios, estoy plenamente a tu disposición. Otra vez adiós, con el ruego de que a través de alguna carta de tu salud y de tu vida me hagas saber."
Existen muchos testimonios de la actividad de esta mujer en la Universidad en la que desarrollaba su labor docente comentando los autores latinos.

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