domingo, 21 de agosto de 2011

¡Vacaciones!

He querido esperar hasta esta hora ya tan nocturna para ponerle cara de vacaciones a mi existencia y a Tiflohomero.
Acaba un curso largo e intenso, lleno de actividad y plenitud. Y lo hace con esa guinda que ha sido la de mi participación en la Jornada Mundial de la Juventud.
Otro curso más en que tiflohomero y, a través de él, vosotras y vosotros, habéis sido mis cómplices, mis estímulos para saciar ese ansia mía de dejar huella.
Los viajes, la creación literaria en forma de cuentos, el senderismo, el trabajo, los sueños e ilusiones, las reflexiones… En fin, yo en estado puro.
Bueno, que septiembre llegue cargado de nuevos proyectos y retos pero, sobre todo, de oportunidades que me permitan practicar ese deseo mío de dar luz, ayudar a hacer de este mundo un hogar más cálido y contribuir a que quien se encuentre conmigo en mi camino, sea un poquito más feliz.
Un abrazo y hasta el 11 de septiembre.
No me olvidéis, os necesito a todas y todos.

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JMJ-2011: yo también estuve allí

Con el ánimo aún sobrecogido tras mi cercano encuentro de ayer con el Papa Benedicto XVI en la Fundación San José, quiero plasmar aquí lo que, para mí, ha significado vivir esta Jornada Mundial de la Juventud, 2011.

Sin casi haberme dado cuenta, ha pasado ya el tiempo. Era lunes 15 de agosto por la tarde cuando corría al encuentro de Almudena y Mariví, su hermana, misionera en Brasil, para ir juntos en busca de la acreditación de peregrino. Habíamos quedado también con mi amiga Elena con la que nos encontraríamos en la puerta del Colegio Reina Victoria. En éste se alojarían ciegos venidos de distintos lugares del mundo.
Estaba expectante ante lo que me disponía a vivir, con algunas dudas sobre la forma en la que podría participar en los actos y venía corriendo, sin haberme dado tiempo a comer al haber ido a comprar los billetes de autobús para ir a pasar mis días de vacaciones con mis padres, en mi pueblo soriano.
De camino al centro, al decirme ellas de parar a tomar algo en algún sitio, dije lo que luego repetiría en algúna otra ocasión, palabras que me salieron del corazón y que resultarían proféticas: “Dios proveerá. Calma, calma.” Y lo digo porque al llegar al colegio, me dieron de comer, y lo digo porque otros días que no sabíamos si podríamos pasar o no a los actos, pudimos hacerlo en lugares reservados y cómodos, pese a no ir con el grupo por problemas de horario al trabajar, todo un privilegio entre la muchedumbre.
Ya en el colegio, los 4 aclaramos dudas y nos dirigimos a la iglesia de la Virgen Peregrina, donde monseñor Carlos Amigo, presidió una misa para los ciegos y acompañantes que allí estábamos. Su homilía fue cercana, próxima y llena de calidez. No dejó de repetirnos un mensaje ante la pregunta de “¿cómo sabes tal cosa si no la ves? O ¿para qué vais, si no veis?”: “porque los ciegos veis de otra manera, veis con el corazón” _nos dijo_. ¡Qué gran verdad!
De vuelta al colegio, recogimos nuestra acreditación y nuestra mochila de peregrinos. ¿En su interior? Una camiseta, un sombrero (con su barbuquejo y todo), un abanico, un rosario y una cruz, además de información variada y una cerveza sin alcohol.
Los actos a los que he asistido estos días han sido,además del citado: la misa inaugural de la Jornada oficiada por el cardenal Antonio Mª Rouco, el acto de bienvenida de Su Santidad, el Vía Crucis y la audiencia de Benedicto XVI con los enfermos y 120 representantes de las 4 discapacidades (sordos, ciegos, discapacitados intelectuales y físicos).
Los sentimientos que me ha generado esta Jornada han sido: orgullo de participar, una vez más he estado allí; emoción ante lo que estaba viviendo, junto a tanta gente que te decía “sois admirables, siempre lleváis la sonrisa puesta a pesar de no ver”; aliento para seguir adelante y superar las barreras de mi día a día, sabedor de que Jesús está conmigo; gratitud a tanta gente que me han ayudado con tanto cariño y naturalidad (especialmente a Almudena y Mariví); y recuerdo continuo a todas las personas que tanto me dan (familia y amigos / as), además de a quienes partieron al lugar de los sueños, todos ellos estaban a mi lado y por todos ellos recé, pedí a dios para que tengan (tengáis) paz y bien.
He procurado vivir la Jornada con intensidad pese a estar trabajando. Ha sido muy emocionante estar allí, en medio del silencio y la devoción de tantos y tantos jóvenes.
Los sonidos de la Jornada, las imágenes verbales que a mí me han quedado son las cálidas palabras del Papa (suenan diferentes de oírle en la Tele a hacerlo en vivo), los continuos ofrecimientos de ayuda, de paraguas para el sol, de querer describirnos lo que se estaba viendo, y agua de los voluntarios /as, la música, en sus diversas manifestaciones (más solemnes o marchosas); el recogimiento en silencio cuando hablaba el Papa o se leían las estaciones del Vía Crucis; los vítores de lemas como “ésta es la juventud del Papa”,”éstos son los ciegos del Papa”, “Viva el Papa” o “cómo mola este Papa, cómo mola, hagámosle la ola”.
Cierto es que no he visto físicamente a Su santidad, pero he escuchado sus palabras, me han descrito cómo iba vestido, cómo era su expresión, cómo eran los escenarios donde se encontraba. Es cierto que no le he visto, pero le he sentido emocionado, especialmente en nuestro encuentro en San José. Aquí, yo estuve en la 4ª fila, justo enfrente de él), pudimos escuchar las palabras de un chico sordo, estudiante de Arquitectura. Lo que éste dijo me conmovió especialmente porque estaba expresando mi propia vivencia de Dios y cómo Éste nos sostiene ante esos momentos de soledad que uno siente por verse excluido, cómo nuestras familias y amigos son esenciales y cómo, uno quiere superarse, ser uno más.
Me ha resultado emocionante también, eso de llevar la acreditación colgada, visible, cuando iba, o volvía, por la tarde, de los actos, poder decir que “yo también soy peregrino”, la parafernalia de ir a ser recibido en audiencia (con todo el protocolo y seguridad que ello conlleva), el que fuéramos buscando sitio y una voluntaria dijese: “dejadlos pasar, que éstos son de los míos”, o que esta tarde, cuando volvía para casa, al llegar a mi estación de Metro, una chica me dijese: “anda, si yo estuve ayer con vosotros ayudándoos en San José, que te vi todo emocionado” (resulta que vive enfrente de mi casa).
En fin, éstas han sido mis vivencias, unas vivencias inolvidables, otras más que atesorar y compartir, y la ratificación, nuevamente, de que debemos tratar de que este mundo sea un hogar más cálido, ayudándonos en la medida que cada uno pueda y regalando una sonrisa a quien se cruce en nuestro caminar porque cuando sonríamos y le alegremos a alguien su día, estaremos sonriendo a Jesús.
¡Siempre adelante!

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miércoles, 17 de agosto de 2011

Félix Rodríguez de la Fuente en el recuerdo

Estos días, en esa Meseta castellana que me vio nacer, se ha desvedado la caza menor. Es tiempo de ilusión de los cazadores, los de verdad, los grandes amantes de la naturaleza. Y a ellos, en mi casa, mi abuelo lo fue y mi hermano ha sabido seguirle con esa misma dedicación, quiero dedicarles estas entrañables palabras del maestro Félix rodríguez de la Fuente. Buena caza.

"En el Norte de la provincia de Burgos, en el límite de la meseta, antes de que la severa orografía de Castilla se desplome hacia el mar por el fragoso escalón del sistema cantábrico, existe un anchuroso páramo: tierra rigurosa de pastores y de lobos, alta ruta de pájaros viajeros; fue la más fascinante escuela en los días de mi infancia.
Deambular por la llanura, acechar, descubrir nuevas formas y manifestaciones de la vida, era para mí un placer atávico, viejo y vital como la misma humanidad. En otoño, me pasaba los días tratando de sorprender a los patos salvajes. Y no para cazarlos, pues por aquel entonces no conocía yo el manejo de las armas. Era algo mucho más imperioso: quería verlos de cerca, saludarlos con mi mirada atónita; quizá, descubrir el secreto de su misteriosa atracción. Porque los patos salvajes siempre me han emocionado. Sus formaciones geométricas en el cielo de otoño, su tenso vuelo hacia las tierras de invernada, despertaba en mi espíritu indescriptibles nostalgias y ansias de nomadeo.
Ciertamente, mi situación no podía considerarse como normal, ni siquiera segura para un niño de 11 años: calado hasta los huesos por la fina lluvia, temblando de frío y ansiedad, entre los carrizos de una charca perdida en el páramo, a muchos kilómetros de mi casa, me sentía sin embargo, el más feliz y triunfante de los mortales. Porque ellos estaban allí, a pocos metros de mi escondite, tan cerca que podía distinguir el verde metálico de sus cuellos y los anaranjados picos. Al fin, lo había conseguido. Tras media hora de arrastrarme por el suelo pedregoso, veía de cerca a mis admirados viajeros.
Lleno de júbilo, salté hacia delante: grité. Y toda la bandada se puso en vuelo, con extraño clamor, salpicando mi rostro las gotas de agua proyectadas por sus alas. Entonces, un silbido creciente lo dominó todo. Una masa grisácea cayó como un proyectil hacia el centro de la bandada y chocó con uno de los patos, derribándolo en tierra, envuelto en una nubecilla de plumas.
Con asombro, me percaté de que aquel bólido mortífero era realmente un ave, que ascendía tan rauda e inesperadamente como había bajado.
Corrí hacia el abatido pato y tomé su cuerpo entre mis manos; era macizo, fuerte, pesado…, estaba muerto. Miré hacia el cielo, y allí, en lo alto, volaba en círculos el poderoso cazador, ya sólo un punto entre las nubes.
Absorto, apretando fuertemente su presa entre mis brazos, comprendí que había un ser superior a cuantos yo había imaginado: veloz, para herir como el rayo; fuerte, para quebrar de un golpe el vuelo del pato salvaje.
Solo, inmóvil, acepté con humildad el regalo que la naturaleza acababa de ofrecerme; ignorando que miles de años antes, un cazador del lejano neolítico recibiría en parecidas circunstancias la inspiración que le hizo concebir el más noble e increíble arte de caza: la cetrería.
No fue fácil el camino que hubo de recorrer el niño solitario del páramo para resucitar arte tan sutil, en un país donde su práctica había desaparecido totalmente desde hacía más de un siglo. El relato de sus trabajos llenaría todo un libro. Pero no ha de ser este libro. Prefiero escribir aquí todo lo que hubiera necesitado saber, hace veinticinco años, para ahorrarme tantas fatigas y desvelos.
La práctica ininterrumpida de la caza con aves nobles, la lectura de casi todos los libros antiguos o modernos que se han escrito en el mundo, los viajes hasta los países donde la cetrería se practica con más pureza, y sobre todo, mi gran amor a las aves de presa, me confieren la necesaria audacia para tocar un tema de tan vieja raigambre y alcurnia literaria.
[…]
Rodríguez de la Fuente,Félix. Prefacio en El arte de cetrería. Ediciones Nauta, Barcelona, 1965

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domingo, 14 de agosto de 2011

El superhéroe

Con este canto a la fantasía de los niños, os deseo buena semana de fiesta en las calles de España. Que el buen ambiente y la armonía sean sus denominadores.
Con cariño.

Espadín de Agostón era, para Pedrito, el mayor de los héroes. Nada ni nadie se le resistía, era intrépido, valiente, arrojado, invencible, el mejor. Nadie podía ganarle,ni los andantes caballeros medievales de castillos y justas ni los Supermán o los Spiderman o los Tales man. Espadín era de plástico pero era el mejor.
Pedrito, él siempre obligado a jugar en soledad, abandonado de todos, que veía cómo las pocas veces que sus padres se encontraban, acababan discutiendo, lo descubrió, bueno mejor la descubrió, tirado en la calle al regresar de ver a sus abuelos.
Se topó con él. Era una botella con forma panzuda y abolladuras, y el tapón, que debía cubrirla, perdido como estaba, no pudo hallarlo. Tampoco pasaba nada, le pondría un sombrerito que él fabricaría con papel de aluminio o con cartulina y ya estaba. Sería el más resistente de los yelmos.
Su hermana mayor, que le acompañaba tomándole de la mano, le dijo que no debía coger desperdicios, que estaba sucia y que era caca. Pero Pedrito ignoró la advertencia y se la quedó.
Cuando llegaron a casa, lo primero en lo que se empeñó fue en limpiarla, desahcerle las deformaciones y abrazarla para sentirla y que, a su vez, esa botella ya con nombre de gigante, supiese que, junto al pobre Pedrito, cobraba vida.
Y así, desde aquel viernes, chiquillo y botella fueron cómplices de aventuras y proezas, de rescates de desvalidos y doncellas raptadas, de conquistas imposibles hasta que, pasado el tiempo, alguien, seguramente, la espabilada de la hermana mayor o alguno de los amigotes de su padre, sin que el ya joven Pedrito, pudiera evitarlo, por encontrarse lejos, recibiendo su graduación en ingeniería, la tiraron a la basura.
¿Cómo podía saber, el autor de semejante tropelía, que no era una botella de plástico sin más, que era el superhéroe más megasuperhéroe de todos los superhéroes?
Y lo que tampoco nadie supo es que antes de ser triturada, aplastada, desintegrada hizo su última hazaña.
Pedrito, ya Pedro, en ese momento, justo cuando se disponía a subir al autobús que le traería de regreso a su hogar, conoció a una joven simpática, risueña y, sin ser un bellezón, resultona. Se miraron, se gustaron, se sonrieron y se enamoraron. Todo en un instante, en el mismo instante en el que Espadín de Agostón era desintegrado y volatilizado por el peor de sus enemigos, la máquina infernal trituradora contra la que nada podía hacerse ni defenderse.
Pedrito nunca lo sabría, pero lo que sí supo es que al comprobar la fechoría llevada a cabo en su ausencia sintió una gran tristeza porque ello significaba el símbolo de que, en su vida, se daba inicio a una nueva etapa,la de la madurez. Menos mal que ahora tendría junto a él a otra heroína, aunque en este caso de carne y hueso. ¿Su nombre? La respuesta os la dejo a vuestra imaginación.


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jueves, 11 de agosto de 2011

¡No tengáis miedo!

“No tengáis miedo” escuché decir a Jesús, por boca del párroco de la basílica de Atocha, el domingo pasado en el Evangelio.
“No tengáis miedo” repitió Juan Pablo II el día de su proclamación como Papa allá por noviembre de 1978, y luego repetiría en muchas otras ocasiones.
Y yo quiero decir hoy, ante tantas incertidumbres y demagogias apocalípticas… “no tengáis miedo”. Dios, hecho Jesús está con nosotros.
¿Creéis que yo no tengo motivos para sentir miedo?
¿Creéis que me resulta fácil salir a la calle sin saber con qué obstáculos me tropezaré, quien saldrá a mi encuentro o si me caeré al andén del Metro? Y, no obstante, confío, confío porque Dios hecho Jesús me tiende la mano para que la tome. Una mano que viene de vosotras y vosotros, de quienes tanto me quieren, de quienes, sin conocerme, me ofrecen su ayuda y su generosa bondad.
¿Cómo no tener miedo ante los movimientos que se están gestando a nuestro alrededor? Movimientos que quieren sustituir los auténticos valores por sus valores, que aplican la parte estrecha del embudo para los que no les seguimos y se apropian de la ancha para los que se les someten. Y, sin embargo, no hemos de temer porque Dios está con nosotros, firme, íntegro y pleno.
No queda nada ya para la fiesta mundial de la juventud. Yo he qerido estar, sentirme partícipe de ella aunque la ceguera me limite disfrutarla y, otra vez más, no tengo miedo porque sé que mi corazón verá la luz que todos los que allí estarán van a irradiar.
No, ¡no tengáis miedo! ¡No tengamos miedo! Dios está con nosotros.


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martes, 9 de agosto de 2011

Ahora, yo también en twitter

Sí, en la línea que os comentaba el sábado, según la cual (bien la conocéis ya) siempre estoy tratando de superarme y de participar de manera plena en la sociedad, he dado un pasito más.
Me he registrado en twitter y, gracias a un programa cliente que lo hace accesible, me es dado formar parte también de esa comunidad.
Ahora me gustaría que alguien me siga, saber que lo que allí pueda verter llega, tiene destinatarios concretos, con nombre y apellidos, personas con ese mismo espíritu emprendedor.
Por mi parte, de momento, ya me he hecho seguidor para estar al día en temas de curiosidades históricas y divulgación científica.
Me gustaría invitaros a que me ssigáis. Para ello, teclead cotainas.
Bueno, es otro motivo más de ilusión para mí. Veremos hasta dónde puedo llegar.

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domingo, 7 de agosto de 2011

¡Las zapatillas! ¡Las zapatillas!

Con mi sincero reconocimiento a todas esas personas que alivian, con su trabajo y buen hacer, el dolor de quienes se encuentran enfermos.
Feliz semana agosteña.

Una enfermera de las buenas se acercó al entubado lecho del dolor para curarle la herida y cambiarle el vendaje a Ramón.
Desde la lejanía, ella había querido ser quien le curase, se lo había propuesto como reto, como una prueba a su vocación. Y lo quiso porque fue testigo de cómo había sucedido todo.
Una anciana fue a cruzar la calle para ir en pos de su gato Pisto justo en el instante en que apareció el camión de mudanzas. Ramón saltó sin dudarlo para abrazarse a la buena mujer y salvarla.
Clara le tomó la temperatura. Del bolsillo de su bata blanca extrajo el termómetro. Acarició su frente y sintió que el calor continuaba. ¿Sería posible que no le hubiese bajado aún la infección?
Ramón no sintió nada. Sólo se dejó llevar por el impulso de arrastrar a la anciana. Los días habían pasado aunque él no lo hubiese percibido.
Clara, desde la acera, lanzó un grito. Pensó que aquel hombre intrépido, habría muerto arrollado por un loco conductor que ni siquiera se detuvo. Se acercó a la calzada y, con alivio, comprobó que estaba equivocada, que aún vivía. Rápidamente se impuso su profesionalidad y actuó. Lo trasladaron al hospital más cercano y, desde entonces, no había dejado de preocuparse por el desconocido héroe.
La señora Clotilde, con su Pisto, había venido a visitarle cada tarde, faltaría más. Que ella era bien nacida, y por eso, y porque salvó a su compañero, era agradecida.
Pero Ramón permanecía dormido. El impacto le había provocado una fuerte contusión cerebral que le mantenía inconsciente. Las únicas palabras que alcanzaba a balbucir eran apenas ininteligibles, aunque Clara, cuando le oía, parecía entender que su obsesión tenía que ver con una zapatilla o algo así.
También se habían personado en aquella Unidad de Cuidados Intensivos, la esposa, María, y una niñita que debía de ser la hija, una niña tímida y callada que miraba al enfermo con sus ojitos de hada.
Al cabo, el doctor, anunció que el enfermo no tardaría en despertar pero que no podía asegurar que cuando lo hiciese, no manifestara alguna secuela. A las mujeres que le habían venido velando, esto no les importó. Sólo querían volver a tenerle y abrazarle, cada cual por sus motivos particulares: una anciana con su gato, una enfermera inmaculadamente ataviada de bata blanca y calidez en el trato, una esposa entregada con devoción y una niña en cuyo mundo todavía no se contemplan las pérdidas.
Y un domingo por la mañana, ramón dijo que tenía sed y que dónde estaba, que tenía que ir en busca de las zapatillas marrones para su hija, que se las tenían guardadas porque eran las últimas que quedaban en la zapatería Cenicienta, que cuando se las pusiera se encenderían lucecitas y que la harían saber lo mucho que era querida por su generosidad.
Hizo amagos de levantarse para salir corriendo, mas Clara le detuvo y le explicó todo. Pero que estuviese tranquilo, que ella le traería algo mejor para cuando viniese la niña.
Ramón se estremeció, empezó a recordar.
-¿Mereció, al menos,la pena mi acción?
-Ya lo creo. Usted mismo podrá comprobarlo.
Eran las ocho de la tarde, la hora de las visitas. La noticia entre las mujeres de Ramón había corrido veloz, comunicada por una alborozada Clara.
Las cuatro, reunidas en torno al héroe sonreían felices, se quitaban la palabra las unas a las otras, pero la más contenta era Lola, la niña que abrazaba, en su pecho, un felino al que ya había adoptado como suyo. Y es que Clotilde se lo había regalado. No eran unas zapatillas pero sí sería su fiel compañero y protector. Pero aún hubo más: la zapatera de la Cenicienta entró, no con el mentado calzado, sino con unos zapatos de regalo para Ramón, unos zapatos que _le dijeron_ le llevarían siempre hacia el lugar de la felicidad.
El timbre del hospital anunció el final de la hora de visitas. El silencio volvió a apoderarse de la UCI pero, no sin antes, de que Clara, feliz, le dedicase a Ramón una sonrisa plena y una caricia de ángel.
Y esta vez sí, Ramón, supo que sí mereció la pena su acción impulsiva de ayudar a aquella anónima anciana. Y se durmió, pero lo hizo en paz, sin angustias ni necesidad de somníferos.

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sábado, 6 de agosto de 2011

Algo de mí


Mientras Tiflohomero y yo damos la bienvenida a Marina con su sensibilidad de poeta, quiero compartir aquí algo de mí.

Algunos pensaréis que es otra de mis chaladuras, de ese querer y no poder, y otros que vaya cómo es este Albertito, qué cosas se le ocurren.
Y es que, desde hace no mucho me ha dado por hacer fotos con mi móvil adaptado. Claro, que un ciego haga fotos y las haga solo puede parecer, y seguramente será, una temeridad. Porque ¿cómo sé yo si el encuadre es el adecuado y si lo que capto es algo que merezca la pena? Pero es que tengo la ilusión, bendita ilusión, de que cuando las hago y las mando, a quien se las envío es como si estuviese conmigo, compartiendo mi mundo. Y ya sabéis lo mucho que valoro el compartir.
Bueno, pues la foto que os presento es la de mi despacho de trabajo. Me dicen que ha salido un pelín borrosa pero que se ve bien. ¿Será así?
En ella se aprecia el sombrero, con el que voy estos días de verano; los libros en braille, que siempre me acompañan; la botellita de agua, que voy renovando cada rato y con cuya excusa me levanto para desentumecer las rodillas; y mi bastón, claro, mis ojos.
En ese espacio, con su ordenador, su silla y su mesa, paso un buen número de horas tratando de llevar la literatura y los libros a los ciegos de España.
Me da mucho gusto el haceros partícipe de ello. Gracias por permitírmelo.

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miércoles, 3 de agosto de 2011

¿Cómo ve el cerebro la belleza?

Me ha parecido interesante recoger este artículo, publicado ayer día 2 en el diario digital El Mundo.
Si yo no veo la belleza artística, ¿cómo puedo ser capaz de asimilarla?

Definir una obra de arte no es sólo una cuestión humanística, también la neurobiología tiene algo que decir, más concretamente una rama denominada neuroestética, creada hace apenas unos 10 años por el científico Semir Zeki, catedrático de Neuroestética de la Universidad College de Londres. Según este experto, el arte es aquello que "satisface más partes del cerebro, a más cerebros y a lo largo de más tiempo". En definitiva, tal y como argumentan los especialistas en esta materia, el comienzo y el final del arte están en este órgano del sistema nervioso.
Aunque belleza y arte existen desde tiempos inmemoriales, aún se desconoce cómo el cerebro es capaz de crearlos y percibirlos. Aquí es donde entra en juego la neuroestética, cuyo fin es descubrir cómo se procesa la información que el cerebro recibe e identificar qué áreas del mismo se activan ante un estímulo considerado como 'bello'. Es decir, profundizar en la interacción del sistema nervioso con la pintura y el arte en doble sentido: "Cómo influye el arte en el sistema nervioso y cómo el sistema nervioso crea el arte", señala Teresa Moreno, del servicio de Neurología, del Hospital 12 de Octubre (Madrid) en un libro titulado Neuroestética, en el que participan otros expertos como Zeki.
En otras palabras, "intentamos encontrar la base científica de la creación del arte", resume a ELMUNDO.es Antonio Martín Araguz, neurólogo del Hospital central de la Defensa de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). Se trata de un proceso muy complejo en el que intervienen distintos parámetros como los colores, el movimiento, las formas (si es creación visual) y también existe un componente emocional.
"Todavía no se sabe cómo un único estímulo, por ejemplo, un cuadro, puede desencadenar diferentes emociones", subraya la doctora Moreno. Podrían influir los conocimientos previos, la formación artística, el nivel intelectual, incluso el sexo y la edad.
Y en esta línea trabajan actualmente los especialistas en neuroestética, a través de resonancias magnéticas que detectan las áreas cerebrales que se estimulan con la acción de distintos estímulos. "Los artistas nos ayudan a estudiar cómo funciona el cerebro visual", recalca la experta.
En la última década "hemos visto que, a pesar de existir una teoría que dice que las neuronas no se regeneran a partir de cierta fase de maduración, sí se producen nuevas interconexiones y esto origina cambios en el cerebro", desvela el neurólogo español. Por ejemplo, "los músicos de alto nivel tienen un crecimiento de este órgano que afecta al procesamiento de los sonidos de la música". Es decir, su desarrollo artístico a lo largo de los años puede derivar en el aumento de algunas zonas cerebrales y cambios en el arte musical. Esto podría suponer en el "futuro avances en algún tipo de enfermedad neurológica".
Otro de los parámetros que influyen en la creación y la percepción del arte es el dolor crónico. "Probablemente Van Gogh tuviera un trastorno psicótico que hacía que su forma de percibir los colores y los movimientos fuera absolutamente genial o que Mozart sufriera síndrome de Gilles de la Tourette (trastorno neurológico caracterizado por la emisión involuntaria de tics fónicos y motores) y alcanzara [así] un desarrollo musical como el que logró". Hay enfermedades cerebrales que pueden modular su actividad y hacerla genuina.
En España hay tres grupos de trabajo que analizan estos y otros componentes de la creación de arte. Araguz participa en uno de ellos, desarrollado por la Sociedad Española de Neurología (SEN). "Trabajamos en la historia del arte y patologías neurológicas y también hacemos seguimiento de pacientes concretos, observando cómo evolucionan los trastornos mentales y cómo va cambiando su creatividad".
Queda mucho por entender del cerebro humano y la investigación al respecto "es muy reduccionista (se estudia por pequeñas partes). Nosotros lo analizamos de forma más global. Recibimos millones de estímulos que tenemos que filtrar para sobrevivir y a partir de ahí el cerebro construye una realidad exterior. Ser creativos podría ser una necesidad que siempre hemos tenido a lo largo de la historia para adaptarnos a todo y alcanzar la supervivencia, algo que también tenemos que hacer en la actual crisis económica".

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