domingo, 22 de noviembre de 2009

Cuento de Navidad


Es verdad, parece increíble pero de aquí a nada, tenemos la Navidad otro año más.
Qiero compartir con mosotras y vosotros mi último cuento que habla de recuperar una ilusión: la de adornar nuestras casas y, sobre todo, nuestro espíritu, a pesar de todo, de símbolos navideños.
Que os guste. Con cariño.
Buena tarde de domingo.


-Mamá, mamá la nueva profe quiere que este año adornemos la casa de forma especial. Que se celebra el cumple de un señor que nació hace 200 años y que inventó unos puntitos mágicos para que los ciegos pudieran leer. Dice que se llamaba Louis. Nos ha enseñado un libro de ésos y, jo, es muy difícil leer con puntos, pero a mí sí me gustaría intentarlo porque además sientes cosquillitas al pasar la mano.
-Bueno, hija. Pero no me hagas como siempre, que sacamos todos los adornos y luego tú no les haces ni caso y tenemos que ser tu padre y yo los que nos demos la paliza.
-que no, mamá. Que este año quiero prepararlo yo solita. Bueno…. Y con Noralí, aarón y Susana, si me dejas que les invite. Sabes que son mis amigos y… ejem…, Noralí me dijo que ella no podría hacerlo porque a sus papás no les gustan esos rollos. Qué tontos, con lo bonito que es instalar el belén y el árbol y las bolas y los regalos.
A la mamá de Isabel le ha salido una sonrisilla emocionada y triste a la vez, aunque qué bobada: ¿cómo puede haber sonrisas tristes?
-Vale, hija. Tómate la merienda, haz los deberes, que siempre te lo tengo que estar mandando, y diles a tus amiguitos que el sábado se vengan por la tarde. Y después les combidamos a empanada, sandwichs, bocadillos de Nocilla, zumos y pizza.
-Vaale, yuupi. Recuerda que Aarón traerá su silla de ruedas, así que tendremos que despejar el salón. Qué pobre y qué difícil lo tiene para jugar y hacer todo. Lo quiero mucho porque siempre está contento.
Y llegó el sábado. Isabel apenas si había podido dormir la noche anterior de lo ilusionada que estaba. Sentía que lo iban a pasar muy requetebién.
Su casa, vaya, la de sus padres y hermana mayor, la pesada, era bonita. Tenía su jardín y todo, sus dos plantas y bodega. Y lo que a ella más le gustaba: el desván. Aquí era donde se guardaban las cajas con cosas que ya no se usaban. Y las bicis. Y los papelotes de su padre, y los libros. Y disfraces. A ella, todo eso le parecía mágico: cofres de tesoros con los que soñar y crear nuevos mundos.
Nuestra prota era una niña aplicada pero muy fantasiosa. A veces decían de ella que siempre estaba en las nubes. Pero, aparte de que eso no era verdad del todo, tampoco le importaba demasiado porque le gustaba creer que las bufandas eran columnas de catedrales _le había impresionado mucho la que vio en verano: tan grande y con esas ventanas de colores_; que el lápiz de labios de su mamá era un cohete espacial para enanos;o que la boina del abuelo, la tapadera de una olla en la que se cocían las pócimas de la bruja.
Isabel no era muy alta, algo flacucha, ¿pero qué quieren si estaba siempre saltando y brincando? Era rubia, con el pelo como el trigo de junio, que lo solía llevar casi siempre recogido en una coleta. Lo que más gustaba a los mayores de ella, aparte de su gracia, eran sus ojos entre azules y verdes. Y que era bastante buena estudiante aunque algo testaruda.
La campana del timbre sonó.
-¡Ya vienen! Voy a abrir, mamá.
-No, que vaya Rosalía, tu hermana, no sea que en vez de tus amigos, sea Luisito que viene a buscarla para irse a estudiar.
-Sí, sí; para estudiar. Qué morro tiene la lista de mi hermana.
-Ya estamos aquí
Lola, la madre de Susana se había encargado de traer a los tres niños, además porque en su coche cabía bien la silla de Aarón. Venían cargados con los abrigos, y un regalito cada uno.
-gracias Lola. ¿Quieres un café o algo?
-No, deja. Que tengo un montón de líos con eso de que se acercan, otro año más, las navidades. ¿A qué hora me paso a buscarlos?
-Ah, no. Que ya los llevaremos nosotros. Tú no te preocupes. Vete tranquila. Mírales, qué felices se les ve. Y lo bien que unen.
Los cuatro niños se han aislado del mundo de los mayores y han empezado a sacar las bolas, cuidado no se rompan, las campanitas, la estrella, el espumillón, el algodón, en forma de copos de nieve, la bota. Y el árbol, claro.
Aarón, él tan habilidoso con las manos, se ha puesto a recortar el papel brillante que cubrirá el cubo donde apoyar el abeto.
Noralí ha empezado a colgar las cosas según se las van dando las otras niñas.
Isa dice que en la copa habrá de ponerse la estrella de plata.
-¿Y las luces? _pregunta Susana_.
-Ah, eso lo último. Que antes habrá que ordenarlo todo bien y habrá que dejar hueco para enganchar los regalos que dejen Papá Noel y los Reyes.
-En Varela, la ciudad donde yo nací se dan los aguinaldos y a cambio, a los que los traen, con sus cantos, y regalitos, se les obsequia con carato de acupe, dulce de lechoza y leche de burra. Y luego se celebran las patinatas para estrenar los regalos.
-Bah, Noralí no te acuerdes de Venezuela, que aquí también se pasa díver.
-¿Cómo vais, niños? Uy, si ya casi lo tenéis listo. Qué chulo os está quedando. ¿queréis merendar? Que da mucho hambre esto de adornar abetos.
-Va, sí; venga. Que mi mamá nos va a dar cosas ricas.
Mientras los niños devoran todo, Mercedes recoge lo que han ido dejando desperdigado aquí y allá. Ha de reconocer que esta vez el árbol tiene una Luz diferente, un brillo especial. Vuelve a sonreír. Da la espalda para volver a la cocina y por eso no la ve.
No ve a una misteriosa mujer que ha aparecido no se sabe de dónde. Es muy guapa, con un vestido blanco largo adornado y con una cara de ángel. Mira el árbol. Le lanza, con la punta de sus finos dedos, un beso y…
-Ya nos lo hemos comido todo, mamy. ¿Podemos salir a jugar al jardín un ratito? Aún hace sol.
-Buueno, pero sólo un ratito. Que pronto tendremos que marchar.
Mercedes tiene que llamarlos. Se les ha olvidado.
-¡Vamos, niños! Que hace frío y ya anochece casi, Venga que nos vamos.
-Joooo, ¿ya nos tenemos que ir?
-ale, sí. Entrad a lavaros y despediros del árbol.
Así lo hacen, pero cuando lo ven, no pueden creerlo. Abren los ojos todo lo que pueden y siguen sin poder creerlo. El árbol está cargado, ahora de cuatro increíbles cajas. ¿qué contendrán? ¿quién las habrá depositado allí?
-¡Mamáaaa! ¿Tú?
-No, no. Yo no sé tampoco. Pero, cogedlas, deben ser para vosotros.
Cada caja lleva el nombre del destinatario.
Aarón abre la suya. Son unos patines que acoplados a las ruedas de su silla harán que salga volando. Y así podrá jugar, por fin, a fútbol.
Noralí contempla, fascinada, un libro con imágenes de su país. Pero es un libro especial. Cada vez que se fije en una de ellas, se transportará al lugar fotografiado.
Susana tiene un telescopio. Mira a través de él y ve estrellas y planetas. Es lo que siempre había soñado hacer.
¿E Isabel? En su caja hay un duende de trapo y peluche. Es cálido, amoroso y con cara de travieso. Sólo ella le puede escuchar:
¿Yo haré que seas feliz, muy feliz. Y que todos quieran ser tus amigos porque les alegrarás con tu risa y tu bondad. Serás la mejor niña del mundo.

5 comentarios:

Mercedes Pajarón dijo...

Por una vez, me alegro de que la Navidad se haya adelantado tanto, Albertito. Es una delicia de cuento que destila espíritu navideño por todos los poros de sus hermosas palabras!

Un besósculo con adornos dorados y brillantes! Mua

silvia zappia dijo...

Igual que la amiga Merce, por una vez me alegro con la Navidad adelantada.
Un cuento hermoso,Alberto.Y también educativo.Yo no sabía de los doscientos años del nacimiento de Louis Braille.

Mil besos!

Ana dijo...

Alberto me paso a dejarte un saludito. Muchas gracias por el cuento, algún día tendrás que publicarlos.

Un beso

Alberto dijo...

Gracias a las tres por vuestras palabras.
Así es Rayuela, este año se está celebrando esa efeméride tan importante para mí.
Sí, Ana ojalá que se vea cumplido ese sueño de ver pulbicados los cuentos en un libro. Ojalá que así sea. sería una enorme alegría para mí.
Y Merceditas, es verdad. Este año se adelantga la Navidad, toda una ilusión.
Cuidaos y feliz día.
Besos cariñosos.

Rosa Sánchez dijo...

Toc, toc... ¿Se puede? ¡Hola, Alberto! ¿Qué tal? Resulta que vengo de una maravilla de cuento que haría sonreír hasta al más tímido; pues nada chico, que me ha encantado su ternura, que tiene un poco de la Navidad que todos esperamos, que hemos vuelto a revivir la ilusión de fechas pasadas gracias a ti... y que ya nos preparamos para las fiestas venideras mirando hacia delante pero con ojos de niño.
Bueno, ya me despido, eso sí, cuando llegue el día de Navidad y destapes algún que otro regalo (yo me hago los regalos personalmente, así no hay que cambiar tallas ni esas cosas, je, je) imagina que hay uno para ti lleno de abrazos y sonrisas de mi parte.
¡Un cordial saludo!

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