jueves, 4 de junio de 2020

Mis viajes literarios por España III Alicante Miguel Hernández y Los n...

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viernes, 2 de agosto de 2019

Málaga y Nerja: entre la espuma y los sueños.

Si ya el poeta y filósofo, Solomon Ibn Gabirol (1021-1058) dijo que "el comienzo de la sabiduría es desearla", yo, que, ni mucho menos soy sabio, aunque aspire a serlo, deseé, regresar a Málaga para saborearla con la calma que no fue posible el pasado diciembre. Quise reencontrarme con sus gentes y calles y, sobre todo, pasear por sus playas. Además, en un justo ejercicio de memoria visual, quise también, acercarme a la Nerja de Verano azul, aquella magistral serie de mi admirado Antonio Mercero que tanto me acompañó en mi niñez. Así que entre los días 27 al 31 de julio reservé en el Hotel Palacete Los álamos y para allá que me fui. Me esperaba en la estación María Zambrano, mi admirada poeta Julia Montoya, con la que tanto me unen sensibilidad y versos. El clima fue estupendo, librándonos del temido Terral y de todo lo que cuenta, las sensaciones pasan a formar parte de esta crónica, asentada en los recuerdos. Sensaciones como la paz que obtuve al pasear descalzo, la noche del sábado, por la playha del Palo casi en soledad, mientras el mar sonaba poderoso. El contacto con la arena, el sonido de las olas, el silencio frente al ruido de Madrid. Algo inolvidable. La emoción de asomarme al Balcón de Europa, después de haber recorrido la cueva de Nerja, 60 años después de que fuera descubierta, con sus construcciones de estalactitas aunque con la ausencia de pinturas. Es emocionante bajar a la cueva e imaginar aquellos pobladores que, miles de años atrás, la habitaron y dotaron de magia. Los personajes de Verano azul se presentaban ante mi fantasía al tiempo que paseábamos por calles con casas llenas de rosales y plazas con la música de arpa... Tito, Bea, Desi, Javi, Chanquete, Julia la pintora, la otra o tal vez fuera ella la Julia que venció su claustrofobia por llevarme dándome la mano escaleras abajo al fondo de la cueva. Es curioso escuchar a los camareros del bar El tintero ofreciendo los platos de pescaíto y, a modo de subasta, elegir el que te apetece sabiendo que te cobrarán por plato, independientemente de que se trate de gambas, de boquerones o de puntillitas. Sabores de Málaga, frutos secos garrapiñados, vino dulce, pasas, espetos de sardinas... Es bonito superar los miedos y ser capaz de flotar aunque sea un poquito en el mar gracias a la cuerda con boyas que dispone la Playa de la Misericordia en el punto accesible. Da gusto saber que la discapacidad no es obstáculo para poder bañarse. Hamacas para nosotros, voluntarios que te guían, elementos de accesibilidad. Julia me anima a que me deje llevar, cogido de la cuerda y suelte los pies. Lo consigo en parte, pero cuando lo hago sé que estoy venciendo al miedo. Lástima que lo poco que gano puede que sirva de poco, pero, al menos, lo conseguí. La calle Larios abarrotada de gente, pero llena de historias y tiendas, el Café de Chinitas, el Museo Picasso, la Manquita o catedral de la Encarnación, el teatro romano, la alcazaba... lugares que se llenan con la música flamenca y las palabras de gitanas vendiendo lotería. Días de sol y emociones que junto a Manuel Altolaguirre me acompañarán para siempre: "En mis labios los recuerdos. En tus ojos la esperanza. No estoy tan solo sin ti." Málaga hospitalaria y fecunda en mágicas caricias de luz y generosidad. Pero aún habré de regresar para cruzar el Caminito del rey y, por qué no, comprobar qué es eso de "que salga el sol por Antequera" jejejejej.

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miércoles, 11 de julio de 2018

Puras de Villafranca y Belorado, Historia, naturaleza y sentido

No, no resulta fácil encontrar que alguien se atreva a afrontar el reto de hacer posible que un grupo de personas ciegas puedan viajar de forma plena a entornos naturales y que, no solo estemos, si no que disfrutemos en plenitud. Por eso cuando alguien lo hace posible, mi entusiasmo no tiene límites. Puede que no se entienda y que se me tache de exagerado, pero es que verdaderamente, siempre lo digo, en eso del turismo inclusivo hay mucho de teoría y poco de realidad. El caso es que Camino Travel Tours y Sara, su responsable, acogió el reto volcándose de manera que merezca, ya de entrada, nuestra sincera gratitud y apuesta por su éxito como agente turístico de calidad deseándole todo lo mejor. Un claro ejemplo de que cuando se quiere se puede hacer y ofrecer propuestas atractivas aunque quienes las vayan a disfrutar sean personas discapacitadas. El plan consistía en descubrir una zona de la provincia de Burgos, al nordeste, en los municipios de Puras de Villafranca y Belorado, pero bajo un entorno calcáreo de montañas horadadas por el agua de millones de años, dando como resultado cuevas tan fastuosas como la de Fuentemolinos y minas de manganeso en el interior y el canto del agua en cascadas como las próximas a la Dehesa de las ayas. Y Belorado, pueblo en el que el Camino jacobeo se hace presente con albergues, el hotel en que nos alojamos con la escultura del peregrino en la puerta y el ambiente que se siente. En fin, visitar la mina, no sé qué de una vía ferrata y conocer el Museo Inocencio Bocanegra con recreaciones de la historia del siglo XX. Ah, y pasar la Noche de san Juan. Irresistible tentación. Llegar a Belorado fue sencillo pues tiene parada el autocar de línea con destino Pamplona. Allí nos recibe Sara y su hermano Raúl que nos conducen al hotel Jacobeo para dejar los equipajes y comenzar. Un hotelito rústico con maderas que suenan y dan calidez, el pasamanos de la escalera me encanta con sus borlas y balaustres. En un instante llegamos a la mina. Natalia nos la explicará advirtiéndonos que quiere que la visita sea sensorial: que sintamos lo que fue el trabajo en la mina, los olores del carburo que iluminaba los cascos de los mineros y el polvo que debía emanarse tras la extracción, la humedad de las galerías, la textura bien distinta entre la piedra, más rígida, y el mineral, más dúctil. Que toquemos las vetas, que sopesemos el peso de las herramientas. El casco es imprescindible si no se quiere uno dejar la piel en el recorrido. Nos explica el proceso que dio lugar a que entre 1844 y 1968 Puras tuviera una actividad pujante, tanto que endureció las placas de acero del Titánic y alimentó las primeras pilas, y baterías. Desde la producción, la extracción y el lavado, las explicaciones de Natalia se van sucediendo al tiempo que recorremos los espacios, a menudo angostos y preñados de humedad. Es inevitable que nos pida que imaginemos lo que debió ser el trabajo en la oscuridad de las galerías, apenas iluminada por el pequeño resplandor del carburo. Niños trabajando en condiciones muy duras. Nos enseña también las torretas por las que se extraía el manganeso para caer en las vagonetas. Nos impresiona el ingenio organizativo de la mina y lo que debió ser a finales del siglo XIX y primera mitad del XX aquel pueblo. El sonido del agua nos acompaña en un arroyo diáfano cuya sonoridad se hace cristalina, tal vez debido a la orografía del entorno. Cruzar el puente de madera escuchando lostrinos, además, de pájaros poco habituales en mis sonidos urbanitas es genial. Realmente merece la pena hacer esta visita. Y encima con una maqueta que se deja tocar para comprender el terreno: valles y montañas, los pueblos, el bosque. ¡Genial! Comemos en El comienzo, un sitio fantástico por el trato de su dueña, Yolanda, por la comida que se ofrece generosa con sabores a legumbres, carrilleras y cocochas sin que podamos perdonar el postre de un hojadlre excelso. La tarde prometía calma, paseo, charla, escucha. Aunque había una propuesta opcional: hacer una vía ferrata, vamos, subir por una pared vertical y dejarte caer sostenido por un arnés y una cuerda. 15 metros de altura. Yo decía que no lo haría, pero… puede que la culpa fuera de los garbanzos con gambas, el caso es que me desmelené, calvo que es uno, y dije sí. Sergio nos explica que es sencillo, sí sí, porque no lo vemos jajajajaj. Me pone una especie de braguero y me asegura que la cuerda aguanta 2000 kgs. Me explica que en la pared hay como unos agarraderos de acero, que se llaman grapas y que son como peldañitos. Que cuando él me diga, tendré que echar el culo hacia atrás y dejarme llevar para bajar. Pero la cosa, por aquello de las primeras veces, se me hizo ardua. Primero que no encontraba las grapas porque, además las del principio, no estaban en hilera si no en oblicuo y la pierna no me llegaba hasta que di con el truco, luego la cosa era soltarlas y dejarme caer, ufff, qué miedo y luego, al descender cuidar de que no cayera a plomo como un péndulo, si no llevar las piernas abiertas (el Albertito tan pudoroso abriendo las piernas….) y apoyar los pies en la pared. Y encima que Sergio me pidiera que hiciera florituras alzando los brazos en señal de victoria… en fin, puede que no fuera ninguna proeza pero me sentí muy orgulloso por haberme atrevido y encima superarlo. En un momento dado, sí le pedí que me dejara parado un momento. Era impresionante saberse colgado sobre un pequeño arnés y una cuerda sin nada más que el vacío a mi alrededor. Otra batallita que contar, sumada a la de pilotar avionetas y plantar árboles. La noche prometía, que para eso el fuego se haría presente. En Belorado celebraban la fiesta con dos hogueras, una más pequeña y otra mayor, reparto de chocolate y zurracapote, charanga y fuegos artificiales. No veríamos ni el rojo de las llamas o el anaranjado, verde o azul de los fuegos, como tampoco la pasión del ambiente, pero sentiríamos el calor, escucharíamos y hasta haríamos algo. Nada, jejejej, tocamos la estructura de palés de madera a modo de pirámide, prender una de las hogueras María Jesús, que para eso es de allí y tuviera mucha culpa de toda esta historia y yo me empeñé a que también el braille estuviera presente para fusionarse con el fuego en todo un símbolo de utopía y tenacidad. No podíamos imaginar que Héctor, el Concejal de fiestas nos tomaría a su cargo y haría que la noche fuese mágica con su corazón de hombre tan grande como bueno. Llevé mi papelito en braille con un deseo, Héctor me acercó a la gran pira, cómo calentaba la condenada (¿o sería alguna mujer? Jejejeje) y llo lancé, parece que no con mucho acierto ya que si no es por mi improvisado acompañante, los puntitos habrían quedado indultados de la quema. En fin, esperemos que no sea presagio de lo que va a suceder con lo que ellos transmitían. El domingo a la mañana, tras desayunar, con sueño y con sueños, nos dirigimos a un museo increíble. Sorprende que sea tan poco conocido por lo que encierra. Concha, la guía, durante más de tres horas, nos hizo una pormenorizada visita por las distintas áreas de lo que, un día fue silo del Servicio Nacional de Productos Agrarios (SEMPA) en los años de nuestra posguerra y que ahora alberga recreaciones de episodios históricos tales como el propio Titánic, un pedazo de tanque de más de 40 toneladas de peso, una trinchera de la Primera Guerra Mundial, puestos de control de Pearl Harboor, desembarco de Normandía, la carrera por el espacio y el muro de Berlín. El museo Inocencio Bocanegra reúne recreaciones y piezas originales de las radiocomunicaciones que tanto han influido en el siglo pasado y que aún hoy día preceden a elementos casi imprescindibles de nuestra vida cotidiana. Es imposible relacionar de forma pormenorizada todo lo que nos enseñaron, y eso que no fue todo. Pero si he de quedarme con algo, yo me decidiría por los camarotes del Titánic que están perfectamente ambientados en los más mínimos detalles. No pude resistirme a hacerme una foto junto a una dama vestida de gala con su paraguas y su sombrero perfectamente caricaturizada. También impresiona tocar equipos de radio reales que se utilizaron en la misión Apolo, y el que nos pudiéramos pasear por el tanque, imaginando lo que debía ser ver semejante monstruo de acero acercándose por los pueblos de la Europa en guerra. No sé, el peso de los cascos de los tanquistas, el buzón que usaban los soldados en las trincheras para cartearse con el exterior, el imaginarse al lado del muro de Berlín poniendo espacio a las novelas de John Le Carré…. En fin, un sinnúmero de utensilios cargados de Historia e historias, incluida esa bicimoto de 1919 tan curiosa. Durante este día y medio hubo lugar a las anécdotas, cómo no… Montse me lee la barba sin que yo pueda saber qué le dice pero llevándome de propina la certeza de que debo esforzarme más para afeitarme en condiciones, Sergio me dice que no coja el cable negro, si no el otro, como si yo supiera cuál es cuál, las expresiones de Héctor con sus 140 kgs de peso, tipo del vasco de pro, noble y campechano por demás: me coge el papel con braille y dice que si estoy seguro de que no es un cacho de lija o de pared de su casa _anda la hostia_, la sorpresa de Yolanda, la dueña del Comienzo ante nuestra buena maña entre sus platos probándolos todos y eso que la comida entra por la vista… el olor del carburo puede que preludie las legumbres que vamos a catar después, cualquiera se pone detrás para dejarse guiar a la tarde… jejejejeje. Y de todo, los recuerdos: la satisfacción de haber encontrado Camino Travel Tours con el compromiso de Sara de programar nuevas aventuras que, nos asegura haberla enriquecido tanto como a nosotros. El 13 no fue en absoluto un mal número para sumar los que fuimos. Por el contrario, la camaradería y ayuda mutua entre los que veían poco o mucho con los que no veíamos nada, fue fantástica. Da gusto ayudar y que te ayuden de manera sencilla pero auténtica. Acabo con la frase que dice: persigue tus sueños en lugar de huir de tus miedos. Hasta el próximo viaje.

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sábado, 18 de noviembre de 2017

Cádiz en mis sentidos

"Vete de mi vera que yo no quiero verte, que cuando yo te veo tú me das la muerte" (Camarón de la Isla, 1950-1992) Ardua tarea es resumir cinco días de un viaje a Cádiz, San Fernando y Puerto de santa María sin que resulte aburrido y prolijo en exceso. ¿Mas qué decir? Siento, sentimos Elena y yo, el viento cuando piso la calle, avenida Ramón de Carranza, tras salir de la estación de tren en que llego la mañana del 9 de noviembre. El viento me trae susurros de Arte en mayúsculas y sonidos de ceceos dulces. El olor sabe a humedad de mar y perfume de Historia. Sabemos que el hotel Senator pilla cerca. No tenemos prisa, vamos caminando. Primera aventura: quien nos ayude viene en nuestro tren y va a nuestro hotel. Tomamos posesión de la habitación y la entrada en la que el agua suena y las plantas decorativas entre columnas nos abrazan. Es hora de buscar un lugar para comer antes de que dé comienzo la primera de las visitas concertadas con Cicerones gaditanos. A La gorda nos llevan, típico bar de comidas con sabor a llaneza y gracia. ¿Cómo? ¿Quién? Dos trabajadores que se dedican a montar exposiciones de pintura van para allá y nos ofrecen comer con ellos. Por la tarde volveremos a encontrarlos cuando pasemos por el Consulado argentino. Los primeros sabores se abren paso en el paladar, adobos y miel... una tentadora tarta de zanahoria que nos ayude a ver mejor. En tres partes _jueves tarde y viernes mañana y tarde_ Fernando nos explicará los avatares de la Gades milenaria y constitucional, de la Cádiz de los piratas y comerciantes: plaza de España, Mina, de Las flores, san Juan de Dios, san Antonio, Palilleros; calle Ancha, San Francisco, Palma, Columela; la antigua Tabacalera, la catedral, el teatro Falla, el de títeres de la tía Norica, la Torre Tavira, los palacios como el de Aramburu o el de las Cadenas; las esculturas de la Cigarrera o la Pepa, los bustos de José María Pemán, Rubén Darío, Lucio Columela, Emilio Castelar; el Cádiz oculto entre las cuevas de María Moco, la Casa cuna, el Hospital de mujeres, los conventos; Casa Manteca, Confitería El pópulo, Café Royalti; y sí, no se me olvida... la Caleta, la Alameda Apodaca y el Parque genovés. Leyendas que hablan de un diputado a Cortes del 12 que señala una pista hacia un tesoro, otro tesoro, el que se descubriera en las salinas, perteneciente al Defensor de Pedro, amasado por el terrible Benito Soto que diera para que Espronceda le cantara al Pirata y el Tío de la tiza hiciera de los duros, chirigota o la historia del hombre pez de Liérganes y el milagro de la Virgen de la Palma cuando el terremoto de Lisboa en 1755. Qué sé yo. A la isla de san Fernando vamos, no no, un ratito a pie y otro andando jejejej, no. Nos acercamos al Panteón de marinos ilustres y la Escuela de Infantería para, después de pasar por el monumento a la locomotora de la Azucarera, nos dirijamos a la calle Real por la que pasearemos hasta la Iglesia Mayor y el Real Teatro de las Cortes para acabar tocando el monumento a Camarón, junto a la Venta Vargas, y parando ante el Observatorio de la Armada donde se fija la hora oficial. ¿Y la "Fuente del coño"? Jajajajajaja. Una fuente oxidada que todo el que la ve se pregunta "¿qué coño es esto?" Así que... Y al Puerto de Santa María, sí sí. Sus famosas bodegas, su castillo de San Marcos con el busto de Alfonso X y el del marino Juan de la Cosa con su mapa, la Iglesia Prioral, la Casa de Rafael Alberti y la Ribera del marisco. Ahí es nada. Un vaporcito que se undió de nombre Adriano o su plaza de toros del siglo XIX con sus monumentos al toro y al torero. Y de los lugares a las sensaciones de los sentidos: El oído se hace música con el acento de los lugareños _ese padre que habla con su niño mientras viajamos en el cercanías a San Fernando es la esencia, pero también la música que suena a partir del Festival que están celebrando y que nos deparará un soberbio concierto coral de temas inéditos en la catedral y la banda de pasodobles en San Juan de Dios. Ah, y el carrillón del Ayuntamiento al son de Falla –“el reloj que más Falla de la ciudad” nos dice alguien con su humor gaditano. El tacto que se sacia al tocar la piedra ostionera con sus conchitas marinas y todo, preciosas esculturas como la de la cigarrera o el marisquero, y ese señorial roble de la Alameda. El gusto que se extasía ante los sabores del pescadito, su vino blanco y la dulzura de sus postres. Descubrimos la urta y los camarones, el cazón y las puntillitas. Nos quedamos con Tierra Blanca de las bodegas Páez Morillas. Y la rematamos con los alfajores y el Pan de Cádiz de la confitería Pópolo. El olfato se fija en las freidurías de pescado, la de la Plaza de las Flores la que más, el olor a viejo en sus callejas y cuevas o al nuevo de las muchachas que se van de juerga calle San Francisco adelante. ¿Y la vista? Jajajajaj. Alzo la vista al horizonte queriendo capturar el cielo azul del Puerto o el blanco colonial de los palacios, balaustradas y casonas. Aunque de los sentidos, el que mayor sentido da al viaje son los encuentros con personas fantásticas. Desde Inma y Fernando que se nos prestan como cicerones llevándonos brazo a brazo por los lugares hasta Pepe y Amalia que comparten la tarde del domingo entre literatura y bromas pasando por el reencuentro con Mónica, que fuera mi reparadora de piernas después de volver del Camino de Santiago y con la que el tiempo no pasa si no que perdura eterno. Esa voluntaria que nos ayuda a acceder a la catedral y que resulta que ejerce de tal en Badajoz con una señora a la que conocemos. Y la guinda de todos ellos, Alberto y Marina que, en vez de seguir su destino a Jerez se desvían para llevarnos a Casa Manteca siendo nuestros ojos y ya para siempre acreedores de mi gratitud sin par. Y ese alcalde que a la puerta de un bar se detiene para besarle la mano a Elena y escuchar mi arenga en pro de la accesibilidad. Cuantos nos ayudaron a pasear y a llegar y a disfrutar también fueron el sentido de mis sentidos. El hotel disponía de SPA así que nos atrevimos a pedir usarlo. No era fácil moverse entre las distintas piscinas pero lo hicimos como también hicimos lo demás… con ilusión, paciencia, determinación y constancia. Por cierto, ya me cuidé muy mucho de poner las manos siempre en el borde de las piscinas o en la barandilla no fuera a ser que se me fueran a “curvilear” entre las señoras que haberlas, habíalas. Difícil era volver al hotel después de que Alberto y Marina se fueran pero lo hicimos. Y eso que no éramos Pulgarcitos que van dejando migas de pan, que para eso estaban los trabajadores de un crucero brasileño con los que nos encontramos o los productores de una serie para la televisión colombiana, unos y otros que hacían escala esos días y puede que fueran en busca de brujas o de descanso, quién sabe. Y quisimos quedarnos a comer en el Puerto para que Elena se reencontrara con su antigua compi de curso de telefonía, allá por la otra vida y, caprichosos nosotros, no nos resignamos a quedarnos en el ruidoso restaurante en que nos dejaron Fernando e Inma si no que, otra vez al azar, preguntamos a una pareja que nos aconsejó y, más aún, llamaron por nosotros para que nos reservaran sobre la marcha una mesa en la Venta Feria, la reina de los arroces, en la que degustar una estupenda paella limpita, tanto que llaman ciega jajajaja. Ya se sabe… paella y ciega, pa mí y limpita… ¿la paella o…? jajajajaja. Ah, nuestra amiga Siri. Los marineros del crucero buscan en el mapa la calle que queremos pero Elena se adelanta y le pregunta. “Yo quiero una cosa como ésa” _dirá el sufrido grumete; buscamos direcciones de sitios donde alegrarnos el paladar y Siri nos ilustra vía Google Maps… Nos sobran los motivos para volver porque Cádiz nos roba un poquito de nuestro corazón. Lo vivido ha sido mágico. Frente al rechazo de los del Corte Inglés, la aceptación de las gentes gaditanas. El voto de la utopía, sí: viajar sin ver. Habremos de regresar para entrar en los lugares o perdernos, esta vez por el barrio de Santa María. A lo mejor, es allí donde encontraremos a los espías que se extraviaron en los tablaos flamencos durante la Segunda Guerra Mundial. Volveremos a tocar al marisquero, esa vez en persona y no en piedra, y regresaremos al Royalti para cenar como ilustres diputados a Cortes. Acabo con la copla del Tío de la tiza con el deseo de que seas tú quien ponga la música: Aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar que se encontraba la gente en la orillita del mar fue la cosa más graciosa que en mi vida he visto yo. Allí fue medio Cádiz con espiochas; y la pobre mi suegra y eso que estaba ya media chocha; Con las uñas a algunos vi yo escarbar, cuatro días seguidos sin descansar. Estaba la playa igual que una feria ¡válgame San Cleto! lo que es la miseria. Algunos pescaron más de ochenta duros pero más de cuatro no vieron ni uno…

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jueves, 25 de mayo de 2017

La luz para mí



A petición de una amiga, estudiante de Magisterio, comparto contigo lo que acabo de escribir acerca de lo que para mí supone la música. Espero te guste.
Muchas gracias y que podamos compartir muchos momentos musicales que tanto significan para mí.

La música prende la luz en mí

Todo empieza en mis recuerdos. Mi abuela Susana cantándome una nana para que me duerma, luego vendrían los cuentos, pero primero fue la música que ella me cantaba.
Después trinaban las cardelinas, los gorriones  y las perdices a la vez que recorría los caminos de mi pueblo.
Y me hice mayor y la música siempre me acompañaría haciéndome vibrar, iluminando mi alma.
Mis ojos dejaron de ver, pero la música siempre estuvo ahí junto a su letra.
Sonidos de guitarra y piano, de violín y dulzaina, de castañuelas y laúdes acompañando a las historias que se extienden en mi alma para proyectarse al horizonte de la sensibilidad.
Una melodía para cada momento, como un libro para cada ocasión.
Las jotas castellanas, tan preñadas de tierra y vino, de cortejos y requiebros cercanos a mis raíces. Las baladas celtas tan evocadoras de duendes y robles, de héroes y poetas. Los años ochenta con su Movida que, sin haberla vivido, se llena de nostalgias, solitario adolescente entonces, amado de las palabras ahora. Los clásicos del siglo XIX con sus romanzas y brindis que visten de elegancia mi rutinaria existencia. Los ritmos de hoy también, por qué no.
Y cada canción apareja imágenes que vislumbro sin ver. Praderas inmensas, llenas de vida; mares en calma, lamen mis pies desnudos de frustrado enamorado, apasionados abrazos que explotan al ritmo final de la batería y las guitarras eléctricas.
La música, qué preciosidad. No, el ruido, no. Música sencilla, música sublime que emociona y evoca. Escucho una canción y siento no sólo con los oídos. Mis manos se yerguen queriendo acariciar como acaricia el piano el viejo Sam en Casablanca o el desdichado violinista en la plaza de Praga. Huelo aromas a cuero viejo y alcohol en decrépitos bares de Nueva Orleans o París. Saboreo el desgarrado dulzor de la trompeta mientras me intuyo cenando en la terraza del Titánic. No importan los naufragios ni la miseria ni la sordidez, la música hace el milagro de engalanarlo todo. También mi vista que, gracias a ella, se puebla de rutilantes campanitas. Sí, mis ojos velados se prenden de luz gracias a la magia de la música.
No soyh un pájaro para cantarle a la aurora ni un compositor para componerle baladas a quien tanto debo ni un intérprete que sepa tocar instrumento alguno, pero cuánto le debo a la música. Ella me enseña cada día. Sí, me enseña que no importa que no tenga con quién bailar porque cuando ella suena la brisa baila conmigo. Tampoco importa que no pueda ver a la danzarina que es la fuente de la que brota porque mientras ella suene sé que alguien podría estar dispuesta a bailar para mí.
Sí, la música prende la luz en mí. Ilumina mi mundo de tinieblas con las fanfarrias y los timbales de lo que augura increíbles acontecimientos. Se alza el telón, sentado en la primera fila del patio de butacas del Teatro Real de Madrid, me dispongo a sentir la ópera. Alguien especial está a mi lado para contarme o, tal vez, quien realmente esté sea Puccini. Yo qué sé. A ello se solapa otra canción, La senda del tiempo de Celtas cortos invitándome a recorrerla porque al final me aguardan Jaime Urrutia con sus cuatro rosas para mí y Amaya Montero, que le coge la mano, queriéndome decir tan solo una cosa: que cantará porque quiere ver la luz que envuelve mi corazón.
No hay oscuridad en mí si la música suena.

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sábado, 29 de abril de 2017

Cubierta d mi libro


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La madrileña fiesta de puesta de largo de la Vieja Dama y sus historiasFue largo el camino pero al fin llegué a la meta, una meta ampliamente perseguida pero que, a su vez, como los eternos ciclos de la vida, me debería llevar a nuevos caminos que logre recorrer, puede que solo pero, sin duda, con mucha ayuda y esfuerzo. Sí, 22 de abril de 2017, 19 horas, Cl. Prim, nº 3. Allí estaban, al fin, loscongregados. Hasta ese momento… ¿acudiría gente? ¿Vendrían los intervinientes? ¿Sabría ser buen anfitrión? ¿Estaría todo dispuesto? ¿Fallaría algo? Piedras en el camino, un camino que se inició en septiembre de 2014 cuando presentaba aquel conjunto de cuarenta relatos de género gótico, intriga y misterio protagonizados por la muerte a la categoría de Cuento del Premio Tiflos en el apartado de personas con discapacidad visual que cada año convoca la ONCE. Sí, el recorrido ha sido extenso: la concesión del premio en febrero de 2015, la recogida del mismo en mayo de ese año, la solicitud de una de las ayudas del Fondo de Iniciativas Culturales en enero de 2016 y su posterior concesión en abril, el proceso de edición con Cau Artistic, elección de la cubierta, revisión y corrección, tipo de letra, búsqueda de quien pudiera prologarlo y más, la grabación de vídeos promocionales… el libro, al fin en octubre y su primera presentación en Barcelona el 17 de noviembre. Todo eso a la espera de encontrar el momento. Sí, el momento de ponerlo de largo en Madrid. La fecha encontrada no era mala: en el entorno de la Fiesta del Libro y la Lectura, una calurosa tarde primaveral, sí; pero hacerlo en sábado por la tarde… quién sabía. Pero ése era el momento y habría que aprovecharlo para disfrutar y compartir emociones, encuentros y sensibilidad. Utopías, al fin. El escenario con el piano de cola y las mesas donde nos pondríamos; las butacas del salón de actos; los libros, naturalmente. Carolina Loureiro, maestra pianista; Esther Peñas, periodista, poeta y prologuista; Luis Miguel López, Presidente del Consejo Territorial de la ONCE; Pilar Sanz, Presidenta de la Fundación Social para la Dependencia Le Atiendo; Mercedes Pajarón, escritora y editora; y claro, yo como autor. Palabras y música, cantos a la Vida de la mano de la Muerte hecha relato que invita al misterio, como aquellos otros grandes románticos del siglo XIX que supieron hacer de la naturaleza y la leyenda, trasuntos de las pasiones que embargan al ser humano desde el principio de los tiempos. Y por contraposición, el Principito y Campanilla, Antoine de Saint-Exupéry, James Matthew Barrie y Gloria Fuertes, a los que recuerdo para hablar de estrellas que brillan en el cielo para cada uno de nosotros, rosas en diciembre hechas de memoria y abstracciones y concreciones, la soledad, el dolor y la incertidumbre frente a la casa, el amor y los poemas. Y yo, el Albertito con sus locuras sin sentido para provocar paradojas que despierten la curiosidad y el ingenio bajo el color de la sonrisa: pretender que Campanilla y el Principito acudan a la fiesta en que la Vieja Dama se pone de largo a través de la literatura, qué cosas. La música suena, también habrá refrescos al final y, entre medias, palabras cálidas que expresan el valor de leer y la aventura que supone escribir, la belleza de lo cotidiano. Luego vendrán las preguntas del público en las que aparecerán mis escritores de referencia, la importancia del tacto o el fin solidario de Le Atiendo. Procede ahora dedicar y agradecer a esas 90 personas que han querido regalarme su compañía esa tarde sin, por ello, dejar de recordar en mi pensamiento a quienes aun no estando, están conmigo a mi lado desde el cielo. Como siempre habré de pensar las dedicatorias personalizadas para que mi cuñada las escriba. Hemos decidido invitar también a la fiesta a mis dos libros anteriores de tal manera que ellos, los tres, mis hijos literarios estén juntos, como junta está mi gente. El resultado es excelente. La fiesta continuaba en la cafetería a la que han dado en llamar de la Ilusión, también en la sede de la ONCE. Mónica, una fotógrafa profesional, como en las mejores fiestas, se prodigaba en captar con su ojo de artista lo mejor de todo aunque no fuera la única que hacía fotos. Esas fotos que otros verán y que yo transformo en imágenes imaginadas: Sonia y Dani haciéndose selfies conmigo, Isabel y Jaume paseando a un perro guía entusiasmados, la visita estelar de quien me atribuye ser su referente y que roba miradas, junto con su hermana, sin que ellas lo imaginen, el escenario al completo iluminado al que sube una fila de gente para venir a que les dedique su ejemplar, Miguel que me trae el regalo de mi libro encuadernado en tapa dura por su padre como si se tratara de un auténtico códice medieval, algún abrazo apretaíno, esa pareja que asiste por vez primera a una presentación literaria y lo ha hecho a la mía, esa otra Isabel y esa otra, la una cargando con 7 ejemplares para que se los dedique y la otra, juntándose a mis lazarillas caminantas… imágenes, imágenes. Es hora de marchar aunque la noche sea joven. La Vieja Dama ha de retirarse de vuelta a casa. Y el Albertito, también, claro. La resaca emocional pasará y quedará la felicidad plena de lo vivido. Campanilla y el Principito se retirarán para bailar con Gloria Fuertes. Personajes de libro que, tal vez, sólo tal vez, quieran hacerse amigos de los que yo pueda crear mientras recorro esos nuevos caminos de los que desconozco si acabaré por descubrir o si en ellos me encontraré a los poetas, sí, también a ellos, a Antonio Machado y su idea de la muerte que es y no es, a Miguel Hernández junto a su higuera o al bueno de Federico. Qué sé yo.

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domingo, 2 de abril de 2017

Feliz día mundial del libro infantil y juvenil 2017

#Imagen del día. Paz y bien, feliz domingo. La imagen de hoy representa a una mujer leyendo un libro a un niño, pudiera ser una madre y su hijo o una abuela y su nieto. Qué más da. A ella le acompaña el siguiente texto: "Las lecturas que, de niños, nos regalan, son imperecederas y nunca se olvidan. No dejes de practicar semejante aventura con los tuyos, aunque sea en braille. Es increíble la emoción que se experimenta al ver sus caritas soñadoras al hilo de historias de palabras y magia. Feliz Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil." Un apretaíno abrazo, déjame ser lector para ti, hagamos de este domingo una aventura. ¿Te imaginas? Poso mis dedos en el papel, tú esperas para escuchar sin prisa, yo comienzo… Érase una vez un camino que serpenteaba como una culebra por la colina, bordeado de zarzamoras y siemprevivas. Por él caminaba un anciano cargado de años y fatigas. Se sienta en una piedra, la que hay al lado de la fuente. Al poco tiempo, casi se ha quedado dormido. Entonces. Puede que lo sueñe, o no, ve cómo hasta él llega un hada para tomarle las manos y decirle que no esté triste, que aún tiene que hacer una última cosa, que se levante y corra a la charca para salvar al pájaro que anuncia las mañanas. Hay un monstruo que se lo quiere comer y si lo hace, ya no habrá mañanas alegres. El anciano llega justo a tiempo para lograrlo y, por eso, sigue habiendo mañanas alegres. Y colorín colorado, esta imagen para ti, he inventado.

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lunes, 27 de marzo de 2017

La corona de hiedra

Se celebra hoy el Día Mundial del Teatro. A modo de sencillo homenaje y señal de gratitud por los momentos de felicidad que me ha deparado, he querido escribir esta sencilla historia dedicada, especialmente a esa actriz que una vez quiso estar cerca de mí.  La corona de hiedra perfumada  Al bueno de  Ambrosio González pocas alegrías le pueden estar ya reservadas. Veterano acomodador del madrileño Teatro Español, debería haberse jubilado hace tiempo, pero se resiste a dejar atrás lo que ha constituido toda su vida.   Empezó a trabajar, de niño, al tiempo que la compañía de doña María Guerrero ocupaba las tablas de aquel templo de las artes escénicas allá por 1895 y, desde entonces, le ha tocado acomodar a quienes hasta allí se dirigían para disfrutar de los estrenos de los hermanos Álvarez Quintero, Alejandro Casona  y, cómo no, don Antonio Buero Vallejo. A éste le recuerda especialmente por su bondad y las propinas que le daba. Qué bien le quedó su Historia de una escalera. Pero su hora le ha llegado. Estamos en abril de 1962. Sabe que también para él va a caer el telón. Un telón que nada tiene que ver con el lujoso que se diseñó para las grandes ocasiones. El suyo será mucho más modesto: una pequeña pensión que, junto a los ahorros de toda su vida, le permitirán ir tirando hasta que la muerte le llame. Es su última función. A quienes le toque acomodar en las butacas no les demostrará emoción alguna. Será igual de discreto y cortés como siempre lo ha sido. Les entregará el programa de mano y les deseará que disfruten del espectáculo. Ya casi está lleno el teatro. Ha sonado el timbre de aviso. Se retirará a esperar a que acabe,como siempre con la ovación habitual. Vigilará que todo quede en orden, se despojará del uniforme y se cambiará por última vez para salir a la calle. -Acompáñeme, señorita. ¿Me deja ver su entrada? Ajá, es de palco. Venga conmigo. -No, si a quien venía a ver es a usted. Soy Talía, ¿sabe? -¿Talía? Bonito nombre para este lugar. Le va bien el nombre, pero que muy bien. -Cómo habría podido perderme esta noche. Tantos años hemos estado juntos, sin que usted se diera cuenta, amigo mío. Usted no, pero yo sí. Yo me fijaba en su porte discreto, en su emoción, en su soledad. Y aquí estoy hoy, sí, para darle dos besos y regalarle algo como despedida. -Oh, ¿a mí? ¿Al pobre Ambrosio en el que nadie se suele fijar nunca? -Bueno, no crea. Que tuvo a una enamorada aunque usted no la correspondiera. ¿A que sí? -Ay, la Puri, la cigarrera. Sí, sí. Es que no me merecía. Ella merecía al Anselmo, que bien que la cortejaba. ¿Qué le iba a ofrecer un pobre acomodador? -Ay, qué tonto. Ambrosio de mi corazón. Pero ande ande, siéntese a mi lado, déjeme cogerle la mano y disfrute también usted de la función junto a mí, en este palco. -Pero… si es el palco de honor. ¿Yo no… La noche primaveral de Madrid será testigo de aquella última función en la que el acomodador se jubilará sin que él pudiera haberlo imaginado, ni en el más cómico de sus sueños, teniendo entre sus manos las delicadas de la musa del teatro. Y más aún, cuando ella le despida para perderse entre las bambalinas secretas de los camerinos, le entregue una corona de hiedra perfumada. Esa noche, sí noche primaveral, que para él tan triste se auguraba, acabará convirtiéndose en la noche de su vida. ¿Cómo pudo ser, se preguntará el resto de sus días, que la gran Talía quisiera personarse ante él? Si no fuera por aquella corona de hiedra… Ambrosio González se aferrará a sus recuerdos mientras pasee, nostálgico, por las calles de Madrid fijándose en los carteles de la Gran Vía o de Tirso de Molina. Piensa en si los acomodadores, ahora son guapas jóvenes tendrán alguna vez el privilegio que él tuvo una vez. Quién sabe.


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lunes, 13 de marzo de 2017

La leyenda del Castillo inexpugnable

La leyenda del castillo inexpugnable  Nadie podrá asaltar el castillo. Sólo él lo sabe. Su fortaleza es inexpugnable: el foso hondo, el rastrillo puntiagudo, las almenas pertrechadas de arqueros. Desde lejos vendrán las huestes enemigas a galope tendido, pero de nada les valdrá. Fortaleza recia de recias piedras, sólida en sus muros, misteriosa en su interior, hogar de gigantes. Castillo legendario en la frontera de la morisma, campo de simpares justas de nobles caballeros. Sí, sólo él sabe que siempre será inexpugnable su castillo. Lo será, mientras las piezas del lego encajen y su mamá no le ordene que las vuelva a recoger en su caja de juguetes. Y volverá otro día en que la leyenda del castillo inexpugnable vuelva a levantarse mientras sus padres y su hermana, la pesada, ven la tele otra tarde de sábado.

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domingo, 19 de febrero de 2017

El valor de obedecer



Después de tiempo sin hacerlo le dedico esta historia a Pilar, aquella niña que conocí en Silos un lejano mes de septiembre. Espero le guste, lo mismo que a ti.
Un abrazo.

El valor de obedecer

El tiempo de la temporada de esquí se acaba. La primavera ya anuncia su esplendor. La oscuridad del invierno y la falta de colorido dejarán pronto paso al vigor y la efervescencia de la nueva vida de flores y árboles.
Vanesa y Raquel, sin embargo, no quieren que eso suceda. Quieren prolongar sus paseos en trineo por la montaña. Es tan bonito deslizarse por la alfombra blanca de la sierra que poco les importa el abanico de colores que traerá la nueva estación.
Vanesa y Raquel son dos niñas, unidas por la amistad de verdad. No sólo es que jueguen juntas, es que sueñan y ríen juntas.
Se conocieron hace un par de años cuando Vanesa y sus papás llegaron a la urbanización para ocupar una de las viviendas adaptadas al acceso de sillas de ruedas, con sus rampas y sus puertas adecuadas.
Raquel la vio enseguida. Vio cómo Vanesa empujaba su silla un poco torpe, cómo su mamá la ayudaba a subir la entrada y cómo le enseñaba los alrededores.
Puede que a Raquel debiera haberle importado que su nueva vecina no pudiera saltar la comba o correr en pos de los pajarillos de rama en rama, pero el caso es que le cayó bien desde el principio.
Así que, niñas mediante, las respectivas familias, amén de la de vecindad, habían entablado una estrecha relación de amistad.
Los papás de la una y de la otra se sentían bien entre sí y eran felices al contemplar lo bueno que era semejante amistad para las dos. Su grado de complicidad y unión había alcanzado lo milagroso.
Lo de pasear en trineo había resultado sensacional. Casi volaban conducidas por los perros y en semejante vehículo Vanesa se sentía libre, al fin.
La montaña queda muy cerca de la urbanización por lo que es fácil eso de montarse en trineo. Sólo es cuestión de acercarse al funicular que conduce a la estación de trineos y aguardar turno.
-Papi, ¿nos dejas que vayamos en trineo esta tarde?
-No, Raquel. Ya apenas queda nieve y no es seguro el hacerlo. Ya lo haréis al año que viene otra vez.
-Joooo, papi… si aún hay nieve.
-Pero no la suficiente para que Vanesa no corra peligro. Sabes que ella necesita unas condiciones especiales.
-Buuuueno, papito. Iremos, entonces, a merendar al salón de futbolines.
Así queda conforme establecido, pero las niñas no piensan renunciar a su deseo. Piensan que no pasará nada. Total, otros suben también.
El señor Hans, el dueño de los trineos no está muy convencido de dejarlas subir, pero al fin cede a sus miradas tristes. Confía en sus buenos Sultán y Dogo para que todo acabe bien.
-Como me metáis en un lío… os acordaréis de mí.
-Que no, señor Hans. Iremos con cuidado.
Al principio así hacen. Pero pronto se olvidan del peligro y azuzan a los perros para que cojan velocidad. Es tan guay sentir el aire en la cara y deslizarse por la ladera que resulta imposible hacer caso de la prudencia.
Crrronc crash croc.
-Ooooh, Raquel, qué daño. Me duele todo. ¿Qué haremos ahora?
Los perros se han soltado de las bridas pero su instinto les dicta lo que han de hacer.
-¿Tienes frío? ¿Te duele mucho? Seguro que vendrán a por nosotras. No tengas miedo.
-Tengo miedo y me duele mucho.
Los papás de las niñas intuyen que algo no va bien. Deciden acercarse al salón de futbolines y, como imaginan, allí no están sus hijas.
-¡Niñas del demonio! ¿Por qué me fiaría de ellas?
-Anda, Juan. Deja el cabreo para luego y veamos qué ha pasado.
-Sí, Amparo. Pero es que les voy a dar una somanta de palos. Que esto no se hace. Mira que les advertí. ¿No crees, Rafa, que esto no puede consentirse?
-Claro que no, pero ya lo solucionaremos después. De momento veamos si fueron dónde imaginamos.
Cuando están a punto de encaminar sus pasos hacia el puesto de trineos, el móvil de Ana suena.
-Sí, vamos enseguida. ¿Es grave? Ya, lo entiendo.
-Vamos, cariño. ¿Qué ha pasado?
-Vanesa se ha roto la muñeca. Está en el hospital. Raquel tan solo tiene algunos moratones. Se ve que el trineo tropezó con una piedra que al haber poca nieve no pudieron salvarla los perros.
-Papiiiii… lo siento mucho. Sé que no estuvo bien. Por mi culpa Vanesa se ha roto la muñeca. Te juro que no volveré a desobedecerte nunca más. He aprendido la lección.
-Ay, hija. Debería darte una somanta de palos, pero creo que lo mal que te sientes por lo que le ha pasado a Vanesa por tu capricho, es más doloroso para ti. Anda, ven; dame un abrazo y no lo hagas más.
Algo más de un mes después, Vanesa puede recuperar la movilidad en su muñeca y volver a manejar su silla de ruedas. Han aprendido una lección muy dura pero que no se les olvidará nunca.

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domingo, 22 de enero de 2017

Muero

Muero

Muero cuando 
Tú, por otros, vives
Y a otros vas amando.

Muero si al viento
Le confiesas
Cuál es tu sentimiento.

Muero cada vez que te vas
Sabiendo que será otro 
Al que abrazarás.

Muero al saber
Que son las flores
Las que saben cuál es tu verdadero querer.

Muero si me señalas
El camino de tus labios
Pero pones la frontera
A la puerta de tus besos.

Muero por tu vida
Tan misteriosa,
Tan sugerente y atrevida.

Muero soñando
La exuberancia de tus pechos
Y el contoneo de tus caderas, caminando.

Muero por seguir
Las huellas de tus pies celestes
Y la estela de tu mirada al sonreír.

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viernes, 20 de enero de 2017

¿Y qué le voy a hacer…?

¿Y qué le voy a hacer…?  Sí, qué le voya hacer Si no soy un pájaro de celeste plumaje y pico bermejo Para cantarle a la aurora su amanecer Por mucho que sepa que ella es, de tu belleza, su espejo.  Sí, qué le voy a hacer Si no tengo una mágica alfombra Para, de tus deseos, hacer Un único viaje entre la luz y la sombra.  Sí, que le voy a hacer Si no sé luchar Con las armas del tener Para, tus besos, conquistar.  Sí, que le voy a hacer Si ni soy guapo ni fuerte, Si ni le gano la mano al poder Pero que tanto daría por, la más feliz, verte.  Que le voy a hacer. Nada soy. Tan solo soy Alguien que busca tu querer.

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martes, 17 de enero de 2017

Crónica de mi bautismo de ultraligero

Crónica de mi bautismo de ultraligero: el domingo, por los aires  Ya se sabe… “el viento es aire en movimiento” y darse un paseo celestial en ultraligero también es andar (entre comillas) por los aires. Pero más aún. Mi amigo Juanjo, compañero de la Fundación Alaine, Alaine vuelve a regalarme momentos únicos, me deparó una apasionante experiencia en eso de la aeronáutica, algo más que dar el paseo. Quedamos a temprana hora para dirigirnos al campo de vuelo Loring, en la zona del Molar, carretera nacional 1 donde tienen su sede un grupo de pilotos de este sistema de navegación. Se trataba, por un lado, de asistir a un taller, impartido por Alfredo, piloto veterano de línea y controlador aéreo, acerca de la seguridad y las comunicaciones y, por otro, disfrutar de la convivencia con una estupenda comida. El día, como decían, estaba “guarrete”, tanto como para que apenas si algún atrevido se le ocurriera aparecer, como es habitual, en su ultraligero. Luego me enteraría, al llegar a casa, del accidente mortal de avioneta en Casarrubios, otro campo de vuelo. En fin, que ya que estaba allí, Juanjo hizo lo posible, dentro de la debida precaución y normas que rigen la cosa, para que pudiera montarme en su Tecnam P-96 de fabricación italiana y 400 kgs de peso, de ala baja a última hora de la tarde, cuando el viento amaina pero con tiempo suficiente para que no se nos hiciera de noche, que no les está permitido volar sin luz diurna. La jornada fue genial. Aprender un poco de ese mundillo, reírme con anécdotas que contaban sobre aterrizajes forzosos y menos forzosos, términos propios como los vectores o flaps o compensadores. Y los distintos tipos o modelos, como el llamado Colchón doblado, el pendular, el de ala alta o baja. El de Juanjo es de ala baja, es decir, que para montarse ha de hacerse por encima del ala. Eso también tuvo su gracia: poner el pie en el estribo, auparme al ala y meterme en la cabina para sentarme con la distancia justa para llegar a los pedales y coger la palanca. Es que es de los que tienen doble mando. No estaba el tiempo para que yo lo manejara, pero todo se andará… Conocí a algunos de los que se autodenominan “aerotrastornados” jejejejje, su sencillez y calidez. Me acogieron como a uno más y, encima, me vine de regalo con un libro supercurioso, Aviones bizarros de Alejandro Polanco y José Manuel Gil, JM, que me lo dedicó y que ya he solicitado me lo adapten en la ONCE, un libro que recoge la historia e historias de los más curiosos artefactos para volar y la osadía de personajes como el Ícaro español, Diego Marín Aguilera. Total, que el día iba pasando. El viento no amainaba. Ya me veía sin bautismo de vuelo. Juanjo me enseñó su avión y otros que por allí había, dejándome tocar todos sus componentes y explicándome la estructura, desde el morro con la hélice, de dos o tres palas, hasta la cola, con su timón. Unos y otros fueron marchándose hasta quedar Fernando, y Juanjo, socios que llevan Loring y yo.Pero sí, sí que volé jejejje. Hubo primero que calentar el avión, durante 10 minutos y luego subir a él y colocarme, algo que tuvo su miga. Pero una vez bien sentado y asegurado con los cinturones, y los cascos para comunicarnos,  nos pusimos en marcha para despegar por la pista hasta elevarnos a 300 ms de altura y una velocidad de 240 kms, eso sí con aire de 60 kms por hora lo cual desaconsejaba hacer muchas florituras, pero fue genial. Pude percibir, con el culo, como ellos dicen, todas las sensaciones, unas más moviditas que otras, giros, subidas, bajadas, baches, la bravura del viento al acercarnos a la sierra de la Cabrera… En fin, que no pude por menos de acordarme de mi lamentable actuación en la montaña rusa de Copenhague y cómo esta vez sí disfruté pese  a lo movidito del garbeo. Incluso el aterrizaje fue estupendo. Claro que volar con un tío que lleva 25 años haciéndolo es toda una garantía de comodidad y seguridad. Me aguarda aún, de su mano, hacerme un selfie en el aire, ir más lejos y acariciar yo la palanca para comprobar cómo, otra vez más, esto de volar es  tan delicado como ha de tratarse a las mujeres jejejejje. Y no olvidaré tampoco a personajes que ese día conocí, de la talla de Laty, simpática marroquí que parece ser da los masajes como nadie y que quiso que le cogiera las manos; Paco, que pronunciar su nombre verdadero nadie hace, y que fue piloto en las fuerzas armadas iraquíes, un auténtico crac; o Pol, piloto de acrobacias polaco. Sin olvidar a JM que estuvo pendiente de mí para que no me faltara de nada y que nos dio clases magistrales de ingeniería aeronáutica. En fin, que si el sábado recibí un regalo de Reyes estupendo, el domingo no quedó a la zaga. Además, jejejje, sin novatadas, que para eso Juanjo es un tío cabal. Otra experiencia más, otra batallita más que contar y recordar. Qué cosas, que un cacharro que se mueve con la mano para girarlo sea capaz de llevarte por los aires, aunque sea en domingo.

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domingo, 8 de enero de 2017

Busco

Busco

Busco en el mar,
Las caricias que tú no me quieres dar.
Las yemas de tus dedos, las olas;
La suavidad de tu piel, su espuma.

Busco en la flor,
De tus labios su sabor.
Los pétalos de sus pliegues, mi fervor;
Las espinas de sus rechazos, mi dolor.


Busco en el cielo,
La estrella que alumbra tu sueño.
Los rizos de la luna, tu pelo;
Mi Vía Láctea, tu anhelo.

Busco en la espesura,
La senda de tu cintura.
Me pierde su bravura,
Me encuentro en tu dulzura.

Busco en el mar y en la flor,
En la espesura y en el cielo.
Busco tu mano
Para no perderme en el laberinto del amor.

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La escarcha

#Imagen del día. Paz y bien, feliz domingo. La imagen de hoy representa a los tejados de las casas cubiertos con el manto de la escarcha, de uno de ellos sale humo de la chimenea, el cielo aún no es claro del todo pues está amaneciendo. Al lado también la escarcha está presente, pero en este caso es en forma del azúcar que cubre las frutas de una bandeja. A todo ello le acompaña el siguiente texto: "Puede ser lo mismo, pero depende de los ingredientes con que se haga producirá un resultado u otro. Que tu risa sea escarcha dulce y no gélida." Un apretaíno abrazo, nunca te rindas, quiero ser azúcar para tus amaneceres fríos.

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sábado, 7 de enero de 2017

El tesoro

La frase. Feliz sábado. "Abro mi libro, aquél que me trajeron el dí 1 y comienzo a escribir. Cada sábado en una página la frase de la semana y el dibujo con que acompañarla.  "Ser acogido es el tesoro, ser abrazado la joya, ser concernido la llave." El dibujo de un cofre repleto de monedas y una llave rústica en punta. Tu abrazo, mi tesoro; tu sonrisa, mi brazalete; tu felicidad, mi llave.  El próximo sábado pasamos de página.


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viernes, 6 de enero de 2017

Un acto de egoísmo

Un acto de egoísmo

¿No te lo crees? Mientras ayer tarde, quién más quién menos, pensaba y actuaba bajo el signo de la generosidad, el Albertito, se ve que por aquello de llevar la contraria, participaba de un acto egoísta. Y es que dedicar tu tiempo para hacer felices a los demás no deja de tener una componente egoísta al recibir mucho más de lo que entregas para sembrar felicidad e ilusión.
Así que el Albertito, de la mano de un grupo de personas locas como él, tanto como para creer en las utopías, se acercó a la residencia de ancianos que las hermanitas de los desamparados tienen en Carabanchel Alto, para acompañar a los Reyes Magos y sus respectivos pajes, en la entrega de regalos a los 200 residentes que la habitan, cuidados con el amor y la sencillez del auténtico Jesús.
Ir hasta allí en Metro, que no estaba la ciudad para que vinieran a buscarme en coche, recorriendo unas estaciones ignotas, saber que me esperaban a la salida, llegar al lugar y poner los sentidos a trabajar:
La memoria y la atención para retener las voces y nombres de las personas que me presentaban, y los detalles de lo que se me describía para que yo viera la belleza de los trajes y belenes que engalanaban todo el entorno.
La imaginación para visualizar los rostros emocionados y de paz.
El oído para escuchar los sonidos de la música de villancicos, pero también alguna palabra "hiperemocionada" de sorpresa o gratitud.
La sensibilidad para sentir la magia que había detrás de lo aparente, una magia que no pudo por menos, por contraposición, que evocarme al horror de muerte y desolación que percibí en Aüswitz y cómo en cambio aquí percibía, siquiera por unas horas, Vida, esperanza y futuro. ¿Absurda paradoja sentir la Vida entre personas ancianas? Puede, pero así es la magia que surge de la entrega y la bondad.
Las manos, para recibir el calor de quien me cogía para guiarme o para desearme felicidad en este año o para quien me trajo una pasta de las monjas, un vaso para brindar, que suene que suene, o el llavero y la chapita con la Virgen de la Misericordia.
Y, por qué no, la vista,que se alegraba, viendo con el corazón, la belleza de tanto colorido en los trajes, las miradas y las escenas representadas.
No, no hice nada. Tan solo estuve. Imaginé, sí… a un Albertito anciano, ciego y solitario, alojado en aquella, u otra residencia, al que le anunciaban su nombre porque también él le habría dictado su carta y al que, esa vez sí, recibía su regalo con su envoltorio y su lazo incluidos.
Fue bonito, sí; emotivo, sí; alentador, sí. Y el Albertito estuvo allí, en el colofón de un proyecto loco puesto en marcha dos meses atrás por Fernando De Oyarbide y que llevó regalos por valor de 13.500€ a 330 residentes en los madrileños hogares de las hermanitas de los desamparados.
No, no quise ser protagonista, tan solo quise estar atrás, saber que alguien estaba recibiendo un perfume por mediación mía, qué importa quién si le hizo ilusión. Tal vez…
Volví a casa. No había regalos en ella. No podía haberlos porque estaban dentro de mí, en mi alma. Había tocado la capa de armiño de Gaspar y la melena de Melchor, ¿o era la de Juani?e

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La imagen del día

#Imagen del día. Feliz día de Reyes, feliz viernes, porque si la noche fue mágica el día no lo será menos. La imagen de hoy representa a una anciana emocionada junto a la monjita que la cuida. Encima de ellas, a una estrella brillante, se asoman un grupo de personas transformados por arte de la magia de la fe, en Reyes Magos y pajes. A todo ello le acompaña el siguiente texto: "Es mágico sentir que hay vida allá donde pudiera parecer que sólo puede haber preludios de muerte." Un abrazo apretaíno, nunca te rindas, tu magia hace de mis muertes, destellos de Vida.


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jueves, 5 de enero de 2017

Mi carta a los Reyes Magos, 2017

Comparto la carta que escribí el pasado 20 de diciembre a los Reyes Magos. Espero te guste y mandes energía buena para que se vea cumplida.  Jesús Alberto Gil Pardo  Madrid, 20 de diciembre de 2016  Queridos Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar: Os escribo hoy aunque no pensaba hacerlo hasta ese día en que vosotros estáis ocupados repartiendo regalos y yo me suelo encontrar solo aquí, junto al ordenador, en mi madrileña casa. En esta habitación que es mi ventana al mundo de las letras, la magia y los sueños. Sí, los 5 de enero ha pasado así, aunque no siempre, claro. Dicen que no estoy solo, que mucha gente me quiere, pero… vosotros bien sabéis que muchas veces es verdad que sí lo estoy. Vaya novedad, ¿verdad? ¿Qué os puedo pedir, entonces? Que el día 5 esta vez no esté solo, que pueda encontrarme siendo vuestro paje de alguna persona mayor que con eso sea feliz. Que sirva de fuente de la ilusión cada día con mis motivos para sonreír, mis imágenes de palabras y mis pequeñas acciones. Que, aunque sea una vez cada cierto tiempo alguien me diga: “Albertito, ven con nosotros que vamos a compartir un rato de tus sueños.”   Que encuentre nuevos caminos para recorrerlos de la mano de la sensibilidad y con la compañía de gentes buenas. Que, ¿por qué no? Reciba un regalo sencillo pero bonito, símbolo de la grandeza de quien me lo entregue. Quizá… una planta artificial pero muy bonita, o un bono para visitar algún lugar de ésos que a mí tanto me gustan, con su Historia y sus historias, su encanto y su poder evocador o un abrazo apretaíno de verdad, no sólo virtual.. No, no os voy a pedir ni una cámara de fotos _que las fotos las hago mediante el teleobjetivo de la imaginación_ ni un mapamundi _que para viajar, acariciando ya me vale_ ni siquiera el mar _que para navegar por él me apaño con buscar una melena en la que sumergirme_. No seré original si os pido salud y paz para cuantas más personas, mejor. Pero sobre todo para quienes me dedican su tiempo y pensamientos, que por eso han de tener enchufe. Pedir puede pedirse mucho, pero es que me da apuro pedir. Me gusta más dar aunque ni sea Rockefelerd Millonetis ni tenga pinta de hada. Ya lo sabéis: me gusta mirar a los ojos y transmitir esperanza, me gusta sembrar Vida, me gusta pellizcar los corazones, sí eso que alguien dijo… “¡jooooo, Albertito!” Ya me despido, queridos míos. Me despido ofreciéndoos constancia y esfuerzo, una copita de vino bueno, un plato repleto de un surtido rico, un frufrú de aroma a jazmín y una caricia entregada. Que no dejéis que se olviden de vosotros las almas sensibles, que sigáis llegando hasta el más pobre.  Albertito P.D.: mis ojos ciegos buscan las estrellas en la sonrisa de los niños. P.D.: mis manos hambrientas se sacian en las mejillas de las mujeres que se dejan ver para mí. P.D.: Mi felicidad se prende en las ascuas de quien sonríe gracias a lo que hago. Vale.

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